El producto estrella de la factoría Disney ha llegado, una serie que explota aun más la franquicia “Star Wars” y que la promoción de la cuál nos la vende como una ópera especial. Buf, a priori nos sobran motivos para descreer que tratará de una obra que tenga respeto a la historia original pero que a la vez sea autentica, pero hay alguna sorpresa…

Aunque Jon Favreau sigue la dinámica de la última estela de la franquicia, convirtiendo en cine familiar el guion de la serie, esta vez milagrosamente nos llevamos recompensas: Puro entretenimiento, un tratamiento técnico impoluto y hasta cierta reconciliación con la saga original.

Para los fans, como yo, de las películas más antiguas de George Lucas, The Mandalorian ha sido un soplo de aire de fresco, gracias a su adrenalina constante, su formato de western tradicional y sus alusiones al cine de samuráis. Sentaos y disfrutad.

Sin apercibimiento previo pero, suena una marcha imperial que como una consciencia oculta me intenta llevar hacia el lado oscuro y me comenta:

- Si bien encuentro puro entrenamiento en la experiencia, Jon Favreu podría de alguna manera colaborar con el Imperio al transformar la saga, aún más, en ordinaria y comercial.

- La elección de los directores, hace que algunos capítulos tengan mayor calidad que otros evidenciándose cierto grado comparativo innecesario entre ellos.

- Para mi generación, abrasada a las videoconsolas, el argumento se percibe como la copia de algún remoto videojuego que jugábamos de adolescentes. Sencillo y sin riesgos.

En fin, a pesar de sus ambivalencias, la fuerza me acompañó esta vez (¡8 capítulos se hacen cortísimos!) por lo que espero que siga con la misma propuesta de la primera temporada y que podamos disfrutar más que criticar esta maravillosa serie que lleva una mochila tan grande como un universo de culto.

No puedo despedirme, si hacer mención a Pedro Pascal por su interpretación proverbial fantástica (siempre lleva casco) y Werner Herzog, quién en su día dirigió "Nosferatu vampiro de la noche", y que nos muestra su faceta de actor-villano, con apariciones anecdóticas pero sobresalientes.