Desde luego no hay duda: el cine ha cambiado. El planteamiento de sus producciones ya no son lo mismo y no precisamente para bien. Ya no se invierten millones en superproducciones para un público adulto. Se crean costosas películas de héroes para un público juvenil, pero se han perdido arriesgadas apuestas para un público no aficionado al mundo del cómic, por ejemplo. Podían ser películas de cine de “autor”, más personales, o simplemente comerciales, que hoy día serían inviables. Quizás dentro del mundo de la televisión tendría salida, pero para la exhibición cinematográfica, en este siglo XXI serían “rara avis”.

“Los libertinos” es un cine comercial, puro y duro, no del todo logrado, pero con una serie de hallazgos que la convierten en una obra de culto “camp” muy amena de ver. Basada en uno de los best sellers de Harold Robbins, intenta seguir la estela del éxito que supuso otra de las adaptaciones de Robbins, “Los insaciables”, de Edward Dmytryk, de 1963, y que reafirmó la oportunidad de adaptar obras “polémicas” que triunfaban en las librerías, sean del mismo Robbins o de, por ejemplo, Jacqueline Susann con “El valle de las muñecas”. De hecho su título original puede ser traducido como “Los aventureros” pero también como “Los oportunistas”, título que es una variación de la aludida “Los insaciables”, políticos con falta de escrúpulos y dispuestos en destruir a quien haga falta para su propio beneficio.

“Los libertinos” es una historia extensa (la película incluía un intermedio) y se desarrolla en un país sudamericano imaginario llamado Corteguay, pero no solamente estaba rodada en Colombia, sino también su acción se expande a Italia y Norteamérica y en las que había dosis, como era de esperar, de ambición, sexo, poder y violencia, aunque cierto es que para la época fue demasiado osada y no pudo eludir la censura. Es que Robbins, como decíamos antes, realmente fue uno de los padres de los seriales televisivos que años más tarde triunfaron en la pequeña pantalla, junto a otra de las pioneras, Grace Metalious con su bombazo “Peyton Place”.

Existieron diferentes montajes para eludir que la película tuviera un circuito restringido. Paramount era la productora y se encargó que tuviera una buena distribución mundial, aunque padeciera todo tipo de recortes, como en España, que para colmo la remató la censura. Hasta hace relativamente poco no se recuperó la versión íntegra de sus casi de sus tres horas y que no en todos los países se pudo ver.

El reparto mezcla estrellas de distintas nacionalidades y edades, siendo un surrealismo maravilloso encabezado por un sexy Bekim Fehmiu en el papel de Dax Xenos, el protagonista, y acompañado por una bellísima Candice Bergen como Sue Ann Daley, personaje inspirado en Barbara Hutton. Dicho sea de paso, ese año Bergen también protagonizó el brutal “western” “Soldado azul” que no se libró de sufrir muchos países recortes en sus escalofriantes escenas de violencia. Ambos están secundados por multitud de actores, como Charles Aznavour, Ernest Borgnine, Fernando Rey o Leigh Taylor- Young entre otros, junto a estrellas míticas como Olivia de Havilland e incluyendo el breve debut de Jaclyn Smith, que luego triunfaría como una de las protagonistas de la serie “Los ángeles de Charlie”. Ni jugando a los dados se podría haber configurado un “casting” tan original, aunque debemos decir que cada cual desempeña eficazmente su papel y que, como no, como en cualquier producción millonaria que se precie, se sustituyeron propuestas de otros actores que finalmente fallaron o no pudieron integrarse en el film, como Alain Delon, George Hamilton como Dax Denos o Ali MacGraw o Mia Farrow para el papel protagonista de Sue Ann Daley.

La película se convirtió en la undécima más taquillera de ese año, aunque recaudó poco para su alto coste y tuvo malas críticas, porque la mayoría vio uno de los montajes alterados y para colmo les faltó “humor” para disfrutarla. Lewis Gilbert terminaría confesando que se arrepintió de haberla dirigido, quizás porque desconocía que, con el paso del tiempo, se convertiría en toda una curiosidad que yo al menos reivindico y aconsejo a los cinéfilos más extravagantes, aunque, entre otros peros, su final pudiera resultar previsible.

Injusto que al menos no fuera nominada por su vestuario ni por su dirección artística, en el espacio del “spoiler” lo explicaremos con más detalle, aunque también merece destacarse la fotografía y su banda sonora, que pudo significar el que Antonio Carlos Jobim pudiera trabajar como compositor en Hollywood.