Siempre he pensado que debería haber una norma escrita que impidiera que las comedias durasen más de noventa minutos. Este género en la actualidad se sustenta en dos o tres ideas bien pensadas, en una serie de gags repetitivos (siendo los mejores destripados en los trailers), y minutos y minutos de relleno.
Richard Curtis es (en muchos aspectos) un director muy afín a mis gustos y mi forma de ver la vida. Creo que no hay nadie que la exprese con ese estado de “buen rollo” constante. Pero le pierden las formas, y siempre termina excediéndose con el metraje, ya le pasó en “Radio encubierta” y lo ocultó con gran pericia en “Love Actually” (su mejor película) gracias a la estructura episódica.
Rachel McAdams es adorable, un rostro único para este género, pero quien nos falla es el protagonista, Domhnall Gleeson, al que le falta carisma y le viene grande soportar la trama hasta el final.
La idea del viaje en el tiempo resulta chocante, y es introducida con pericia en el relato, pero se desinfla rápidamente. Una vez que vemos como funciona, el desinterés se adueña de nosotros.
Es una lástima, las intenciones son buenas, pero es una cinta que intenta llegar al corazón pero no lo hace. Y no existe mayor frustración para un espectador, que intenten conmovernos y no lo logren.
Quizás Curtis se tenga que aplicar al pie de la letra el título de esta película.