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Voto de Francisco Javier Millan:
6
Drama. Comedia Un buen día, la señorita Shepherd (Maggie Smith), una mujer de orígenes inciertos, aparca su furgoneta en una acera de Londres, en el acceso a la casa del escritor Alan Bennett (Alex Jennings). Lo que al principio iba a ser algo temporal, un favor a regañadientes, se acaba convirtiendo en una relación que cambiará las vidas de ambos. (FILMAFFINITY)
18 de abril de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva película protagonizada por la veterana Maggie Smith produce un descoloque mental a la altura de la brillantez de su protagonista. Smith ha logrado en los últimos años convertirse en un referente de la televisión y el cine británico, sobre todo para un público mayor, que ha disfrutado de sus inolvidables personajes de “Downton Abbey” o el díptico de “El hotel Marigold”. Por ello es, más que probable, que muchos de sus seguidores se acerquen atraídos por este estilo, tan característico de las propuestas habituales a los que nos tiene acostumbrados. Pero nada más lejos de la realidad.
La historia en cuestión es de digestión lenta, con una sencillez falsa que plantea varios niveles incluso hasta en la propia ficción. Ya de buenas a primeras sorprende la original dualidad del escritor protagonista, desdoblado en sus dos partes diferenciadas: el creador de ficción y el que vive la vida real. Mientras que, en la puerta de su casa, se ve obligado a convivir con una terrible anciana, con todo lo bueno y lo malo que ello supone.
Ambos establecen una dinámica complicada de analizar, cuyo principal error reside especialmente en la nula química que se establece entre ambos actores. Maggie Smith despliega todo su potencial, cargado de no menos histrionismo, pero su compañero, Alex Jennings, ofrece un personaje sin vida, sin la chispa fundamental de esta clase de relatos.
Este disfuncional planteamiento inicial provoca más de una sensación de desinterés a lo largo del metraje. Aunque, todo hay que decirlo, es curioso como al final parece todo cuadrar y, hasta incluso, funcionar a su manera.
Está claro que no había una intención de crear una comedia británica al uso, aunque así sea su apariencia. Más bien nos encontramos con un relato de entendimiento mutuo, y hasta de cierta redención, entre dos personas que jamás hubieran entablado una conversación en la vida normal. La dificultad del planteamiento nos hace pensar en las posibilidades que tenía si se hubiera convertido en una propuesta más amable y complaciente. Y es que en ocasiones, en la sencillez está la clave del éxito de los grandes guiones.
Es difícil implicarse emocionalmente con los sucesos que se narran, a pesar de que su director se esfuerza en entablar cierta conexión con el pasado ilustre de la protagonista en una escena clave delante de las teclas de un piano. Y hablando de música, George Fenton establece una partitura musical exuberante, pero en ocasiones subraya con excesivo tono bufo los andares de esta pobre mujer. Da la sensación de que Fenton estaba describiendo otra clase de película.
Aún así, como decíamos, tiene la extraña habilidad de lograr verla en perspectiva con mayor agrado que durante su visionado. Y esta sensación sin duda no es muy habitual.
Francisco Javier Millan
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