Si lo que la película narra es cierto, estamos ante una de las grandes falacias del mundo comercial. Todo el glamour que uno espera de la casa y el apellido Gucci, de la marca Gucci, queda reducido a un mundo de personajes irrelevantes, corruptos, inútiles y vulgares. Con una pretendida aristocracia comercial y un nombre que vende buen gusto, la familia Gucci es todo lo que Gucci no representa en el mundo de la elegancia. Desaparecido el personaje que encarna Jeremy Irons, los demás son una galería de caracteres mediocres no se ganan las simpatías del espectador que en ningún momento empatiza con ellos.