Alguien dijo alguna vez que vivir mintiendo y ocultando la realidad de las cosas puede llegar a ser un deporte olímpico realmente agotador, y así se muestra en esta película de cine negro con un importante trasfondo político y elemento de crítica social asociado y que además es uno de los títulos con verdadero peso del cine español. Dos cosas que nunca dejarán de estar de moda por muchos años que sigan pasando desde el rodaje de esta cinta, como son la muerte de ciclistas atropellados y los adulterios a granel, se citan aquí para crear una combinación explosiva de intriga in crescendo que progresivamente nos va asfixiando como espectadores tanto como a los propios protagonistas.

Efectivamente, con el atropello y omisión de socorro con el que se abre la historia, se genera un nuevo horizonte de incertidumbre y horror en el que Juan y María José deberán ocultar tanto el delito penal del ciclista como el delito moral del adulterio, y aunque el problema sea común a los dos, cada uno lo enfocará y analizará bajo la perspectiva de sus propias vivencias y posibles consecuencias. Me encanta pues esa especie de dicotomía que se abre entre ambos personajes, con una María José, esposa de un adinerado burgués, más egoístamente preocupada por el delito moral que en caso de descubrirse podría suponerle su divorcio y consecuente pérdida de poder social y económico, y un Juan al que vemos atormentado por el delito penal, siendo el único de los dos que ve en la policía al verdadero verdugo que puede ajusticiarle. Sobre esta diferente percepción de amenaza descansa toda la trama de la historia y es lo que justifica que el planteamiento de una entrega voluntaria pueda suponer la liberación del sufrimiento de una de las partes y el inicio del ocaso de la otra, llevando al desenmascaramiento de María José como esa figura de "mujer fatal" tantas veces visto en el cine.

Se crea así una atmósfera opresiva y tenebrosa, donde la iluminación, las sombras y los primerísimos planos juegan un papel fundamental en recrear sentimientos de miedo, inseguridad, culpa y arrepentimiento, que se mezclan hábilmente con escenas donde la cotidianidad y hasta incluso lo cómico hacen acto de presencia para dotar si cabe de mayor realismo a la encrucijada de los amantes, pues en la vida real el engaño y el ocultamiento deben hacerse en medio de situaciones de absoluta normalidad. Por eso vemos a una María José destilando cinismo en medio de una fiesta, a un Juan compartiendo conversación banal durante la hora de la cena con su madre o a la pareja barajando sus opciones de salida en medio de un hipódromo o camuflados entre risas y jolgorio dentro de un circo. Hasta incluso el papel de Rafael resulta cómico dentro del drama, como esa figura del chantajista que se sabe con ventaja para mover las cartas a su antojo y que anda encantado de haberse conocido y con tiempo suficiente para disfrutar del olor de su propia mierda.

El resultado final es una película enorme, de esas que te permiten descubrir cosas nuevas con cada nuevo visionado y dotada de una complejidad sobresaliente. Ni tan siquiera la censura de la época lograría evitar que temas tan delicados por aquel entonces como los juegos de cuernos o las revueltas sociales fueran mostrados aquí tan abiertamente. Quizá no tan abiertamente como inicialmente pudiera estar planeado por parte de Juan Antonio Bardem, pero mostrados a la perfección al fin y al cabo. Porque en el personaje de Juan no solo recae el peso del dilema moral ni del castigo penal, sino que también se convierte de alguna manera en chivo expiatorio de unas revueltas contra la injusticia social, aquí ejemplificadas en una facultad levantada poco menos que en armas contra lo que se considera una injusticia académica centrada en la figura de Matilde. Quizá esta joven sea en parte responsable de la toma de decisiones de Juan y en por qué decide tomar el camino que vemos en el tramo final de la película. Quizá con ella se abriera su mente o viera un pretexto para poner la venda de la dimisión antes que la herida de la expulsión, pero sea como fuere, sirve como elemento central para conseguir la cuadratura de un círculo en el que cada una de las partes dentro de la película se apoya en todas las demás para conseguir que el conjunto se eleve.

Magistral.