Casi todo el mundo considera a esta película una obra maestra. Sin embargo, juraría que la mayoría de los espectadores que la vieron en el cine la encontraron no mala, pero sí espesa. Sin Perdón parece hecha para agradar a los críticos. Ya saben, personajes muy redondos, es decir, ni completamente buenos ni completamente malos. Tono desmitificador. Y, sobre todo, mucha mugre. La mugre probablemente sea más realista, pero yo prefiero a Ricky Nelson en Río Bravo con su imposible tupé. Las prostitutas, probablemente fueran tan poco agraciadas en el far west como las de la esta película, pero me permitirán que prefiera a la acicalada Angie Dickinson. En mi opinión, el gran mal de los westerns modernos es el exceso de la tan mentada mugre y los bigotazos que les suelen colocar a casi todos los actores (no en esta peli, por cierto). Sin perdón no es, ni mucho menos, una mala película, pero es de esas cintas que si el reproductor de DVD comienza a fallar a la mitad, no buscas otro para terminar de verla.