Hablar aquí de conflicto paternofilial, o referirnos a él incluso como relación tóxica no pasaría del melifluo y vulgar eufemismo, de forma que Schrader lleva, con guión basado en la novela de Russell Banks, hasta más allá del límite de lo emocionalmente soportable un combate intrafamiliar de amor y odio en ráfagas aleatorias de acercamientos, rencor, más acercamientos, desprecio y heridas sin cicatrizar en una turbulenta tormenta de hostilidad con sentimientos reprimidos que rompen colateralmente cuanto rodea a un padre y a un hijo enemistados pero forzados a volver a chocar de forma constante: James Coburn y Nick Nolte, inconmensurables demostrando que los maltratadores moldean en sus hijos, sus víctimas, a enfermos crónicos consumidos por la inseguridad y la volubilidad.
Pese a que, no obstante, sea imposible negarle un cierto oportunismo para elegir un relato en la America rural de temperaturas heladas a la retaguardia del pelotazo de 'Fargo' (1996, Joel Coen), no cabe buscarle más similitudes con aquella que alternar el lastre familiar de un protagonista agente de la ley con una investigación criminal y otro cuarteto actoral para enmarcar -Nolte, Coburn, Spacek haciendo de muro de contención mas un Willem Dafoe relegado a voz en off-. El humor negro coeniano se reemplaza en Schrader por una visceral predisposición hacia el dolor, la crisis de ansiedad (materializada físicamente) y una tendencia al deterioramiento de la salud mental y la autodestrucción personal.
Puede que ésta sea, después de 'Magnolia' (1999, Paul Thomas Anderson), la segunda mejor gran obra contemporánea para celebrar tu próxima festividad del Día del Padre.
Ya verás qué risas.