La deriva de la franquicia del potro italiano al más puro espíritu del entretenimiento inicia un nuevo camino donde el incremento de la epicidad combativa y la relevancia que cobran los, ahora sí, nuevos contrincantes tendría que complementarse con el humor: lo primero corría a cargo de un enfolliscado y follonero Mr T con malos humos obsesionado con desbancar a Balboa como campeón y, de paso, intentar humillarlo públicamente. Lo segundo lo proporciona el brillante esperpento y, precisamente porque funciona, el certero retrato de la conversión del deporte de contacto en espectáculo de circo de esa manera tan inconfundiblemente americana, en el enfrentamiento "amistoso" contra un divertidísimo pero enloquecido Hulk Hogan: absoluto e indiscutible showman en el ring, ayer y eternamente.
De hecho incluso Paulie, tras superar el traumático prólogo, alcoholizado y hundido más que de costumbre, va a ir convirtiéndose progresivamente en un alivio cómico bocazas de ADN italoamericano en L. A.
Talia Shire saca a pasear a la Coppola que es con un contundente speech playero, parecido al que Sly volvería a usar, esta vez en su boca, para arengar a Milo Ventimiglia bastantes años después.
El esquema se simplifica desde el enésimo intento de retirada de Rocky, los retos (en el ring, la paternidad, el matrimonio) las peleas, las revanchas, etc... y por supuesto todo aderezándose de forma previa con el NECESARIO montaje de secuencias con músicas de entrenamiento, relegado Bill Conti y emplazando al poderosísimo e imperecedero hit de la banda de rock Survivor, 'Eye of the Tiger'. El propio tema musical sirve para adornar en el prólogo dos hechos irrefutables: Adrian (Talia Shire) ha alcanzado la plena autoestima; Rocky ha aprendido a rodar anuncios.