A la tercera va la vencida. En Hollywood ha costado más de 20 años, y tres largometrajes, comprender que para armar la gorda con una buena película de Godzilla sólo hacen falta el propio Godzilla y el resto de engendros que se apunten al jaleo. En esta ocasión el lagarto regordete que escupe rayos azules se mete en una tangana con otros viejos adversarios: Mothra, Rodan y King Ghidorah. Y todo lo demás está de más. El reparto de personajes humanos -es decir, de criaturas no creadas digitalmente- queda relegado a un segundo plano consistente en esquivar explosiones y piedras que caen, adaptándose al honroso estatus de invitados de piedra. A diferencia de Jean Reno, Matthew Broderick, Bryan Cranston, Aaron Taylor-Johnson, Juliette Binoche o Elizabeth Olsen, en esta ocasión nombres de igual o mayor peso que aquellos como Vera Farmiga, Zhang Ziyi, Charles Dance, Ken Watanabe, Sally Hawkins o Millie Bobby Brown -aka 'la niña de Stranger Things'- dan un paso atrás y aceptan su papel ornamental mientras los titanes reparten leña y se calientan el hocico durante mucho más metraje que el dedicado a subtramas entre humanos que no interesan a nadie. Al fin y al cabo, ¿acaso esta peli no se llama 'el rey de los monstruos'? Pues eso... ¡Larga vida a Godzilla! ¡Larga vida a Mothra, Rodan y King Ghidorah! ¡Larga vida a todo aquel que sea más grande que un edificio y dispare ráfagas de energía destructora! Aquí hemos venido a ver monstruos.