Torrente 2 empieza a verse como un elemento del pasado más que una comedia que merezca la pena. Empieza a atravesar esa frontera entre la comedia que es y la nostalgia que puede llegar a desatar en un determinado público de una determinada edad. Ver Torrente 2 es casi como cuando ves imágenes de programas que se dedican a repasar los grandes éxitos de la televisión de todos los tiempos. Un desfile de caras que hace que en cada plano se vean actores reconocidos por cualquiera que haya vivido en España los últimos veinte años.

Más allá de eso, Torrente es una película que va de un extremoa a otro demasiadas veces. A veces el humor es gracioso, tanto como soez, y es como debe ser. Ese humor sigue haciendo gracia y no da vergüenza ajena. Sin embargo, a veces parece que la película pierde toda la chispa de una y nos encontramos con un humor insulso que pretende sacar la carcajada de una moda pasajera. Bromas puntuales que parecen sketches que a día de hoy han perdido todo sentido llenan la película en demasía, y la convierten en más mediocre de lo que podría haber sido.

Ver a José Luis Moreno hacer de malo es una de las mayores sorpresas que depara la película, y el resultado es inmejorable. Su sentido de la maldad propio de un magnate de la coca americano unido al propio escenario paradisíaco de la película junto a la pareja protagonista policíaca hacen de Torrente 2 un capítulo largo y castizo de Miami Vice.