No es una película fácil. La Sala de los Suicidas es como si un puñado de adolescentes de instituto en clase de comunicación audiovisual hubieran querido hacer una especie de tributo a Aronofsky y les hubiera salido una película casi cercana al telefilm pero con unas sensaciones y un poso tremendamente devastador.

Jan Komasa crea una película para un público determinado, que muchos catalogan directamente como "emo". Si te quedas en la superficialidad del flequillo del protagonista, probablemente te perderás una de las experiencias más enriquecedoramente desagradables en mucho tiempo. Este contraste es lo que consigue que esta película merezca la pena, aunque el grado de importancia de la misma irá en función de las propias vivencias del espectador.

No me gustaron nada las sensaciones que me dejó, pero a la misma vez considero que son las debidas, si bien creo que se busca con demasiado descaro la agonía y el sufrimiento. Jakub Gierszal nos brinda una oportunidad de acercarnos a la mente de un adolescente, destructiva con todo y con todos y en continuo grito de atención que nadie parece oír.

Como película poco que ver, pero como esencia es una experiencia única. De alguna manera todo ese mundo virtual que se muestra tanto en pantalla y que viene a convertir en metáfora gran parte del desarrollo de la película le sobra, o por desgracia lo acerca más al "telefilm" que mencionaba. A pesar de estos errores que a veces la sacan de contexto, es recomendable para todos aquellos que tengan la capacidad de afrontar una película un pelín dura.