Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Cinemagavia:
7
Drama Un chico de la República de Malaui decide ayudar a las personas de su pueblo construyendo una turbina después de leer un libro en el que se explican los pasos para su creación. Inspirada en una historia real. (FILMAFFINITY)
24 de marzo de 2019
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puntuación: 6,5

África

¿Cómo aportar algo nuevo ante un continente que muere día a día mientras el resto miramos hacia otro lado? Pues lo intentaremos… Un padre que no sabe de qué suerte peor le ha salvado su mala suerte, una madre bellísima y comprometida, un niño adulto, una hermana con dos problemas y un bebé.

Esta seria a groso modo la presentación de esta modesta cinta donde las haya. El padre, un desgraciado que trabaja como un mulo y que ve como con su cosecha de maíz no tiene ni para la comida de dos meses de su familia, una madre que lo dejó todo por él y que es el verdadero alma de la familia, una hermana cuyo sueño es ir a la universidad mientras anda enamorada de un profesor más tieso que la rodilla de un clic y el niño, un niño adulto que asiste a un colegio cuyo padre no puede pagar (de concertación poquita en Malaui).

Un presidente que confunde democracia con demospalos, unos vecinos que ante la hambruna solo ven la devastación de sus tierras como única salida, los buitres de las plantas de tabaco al acecho y el director del colegio con menos tacto que un proctólogo con guantes de lana. La cinta a comentar hoy no tiene mucho más que citar; hambre, hambre y hambre. Pero es África queridos, ¿o alguno vamos a descubrir África con esta modesta producción?

Los hambrientos

El padre (Chiwetel Ejifor), actor inglés con una extensa filmografía que se vio coronada con la nominación al Óscar por Doce años de esclavitud (2013), pues muy buena e inteligente actuación sin quitarle un ápice de protagonismo al verdadero protagonista de la historia que es su hijo, el niño.

Buen padre, buen hijo, buen marido, buen hermano, buen vecino… pero se niega a ceder su única posesión importante “la bicicleta” para llevar a cabo el trascendental experimento de su hijo. Sin nada que comer y con la ilusión inquebrantable de que su hijo vaya al famoso colegio no concertado y su hija a la universidad, quizás poco creíble para ser una historia basada en hechos reales. De todas formas su actuación es apta para los paladares exquisitos y para los que no lo son tanto, aunque convencional como no podía ser de otra forma en ciertos sentidos y menos ante lo que ya hemos visto más de una y mil veces.

El niño (Maxwell Simba), actor Keniano adolescente, no dispongo de ninguna otra referencia ni falta que hace, hace un papelazo cambiando a veces el papel de hijo por el de padre, porque va más allá de un año malo de lluvias, de una hambruna casi permanente o de unas lluvias torrenciales que arrasen hasta con sus sentimientos.

Aguanta el tipo perfectamente ante Chiwetel, que no era fácil, tienen miradas entre ambos que parten el alma, los dos segundos de desguace de la bicicleta los vive como un parto y su relación con su entorno adolescente y la muerte del padre de su mejor amigo hacen que el niño salga tremendamente airoso de este desafío, que tampoco era fácil. Actor a seguir.

La madre (Norma Dumezweni), actriz inglesa, alma máter de la familia, bella no, lo siguiente, excelentísima en sus pocos minutos en pantalla, me quito el sombrero querida Hermione.

Conclusión

Entiendo que los que seguís mis críticas penséis que me he dejado en el tintero la figura del director pero no ha sido un olvido, la voy a incluir en este apartado porque esta vez voy a interactivar con vosotros. El niño que domó el viento está elaborada con bastante buen gusto por parte de Chiwetel, habrá quien opine que hasta demasiado y lo comprendo porque no es fácil diseccionar África en menos de dos horas mientras se desangra segundo a segundo.

Puede ser hasta una cinta convencional, incluso a veces un poco estática, pero es honesta y sincera y no pretende engañar a nadíe, puede que sobren los plañideros de los entierros y hasta que la parte relacionada con lo meramente técnico del invento no fuese necesaria pero nunca pierde el gancho emocional que se convierte en sublime en un final que me imagino todos esperáis en un acto de impresionante belleza estética y formal cargado de emotividad.

Os aconsejo sinceramente que veáis El niño que domó el viento. El que tenga Netflix si es que existe alguien aún que no, solo tiene 113 minutos que perder o muchos más para reflexionar. Una vez más queridos, la elección es vuestra. Y por cierto, la música de Antonio Pinto es un excelente acompañamiento para el devenir de la cinta, imprescindible diría yo.

Escrito por Miguel Ángel Santos Isidoro
https://cinemagavia.es/el-nino-que-domo-el-viento-critica/
Cinemagavia
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow