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Voto de Cinemagavia:
9
Drama En la madrugada del 8 de noviembre de 1930, el abogado parisino Fleury salía en busca de la luz adecuada para completar una filmación paisajística en torno al lago Le Thuit. Ese mismo día, el abogado fallece en extrañas circunstancias.
14 de noviembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El extrañamiento de las imágenes

Lo que se cuestiona impetuosamente Guerín es cómo revivir esa instancia del pasado mediante la manipulación del material en bruto, y se sumerge en un viaje exploratorio a través del revisionado y de la reinterpretación formal de esas imágenes, ya no de los hechos o de los acontecimientos (a pesar de tratarse de un caso públicamente conocido).

Es que Guerín está fervientemente convencido de que hay más de una verdad escondida velando dentro de esas imágenes cargadas de supuesta cotidianeidad, y lo que desea es ir en busca de esos nuevos significados, y construir nuevas posibilidades de verdad mediante el dispositivo del cine. Ya nadie puede juzgarlo, incriminarlo o condenarlo: a partir de la manipulación del material en bruto, el realizador español da rienda suelta al hallazgo de nuevas historias y de nuevos personajes. Los secretos y enigmas ocultos en el paso del tiempo.

*Una casa llena de fantasmas

Evocando a Blow-Up (1966) de Michelangelo Antonioni, Guerín resignifica cada imagen, cada captura, cada plano de ese fílmico fotográfico, a través de un radiante y meticuloso trabajo de dirección y fotografía, donde se transpone a la pantalla lo esplendoroso de un mundo que alguna vez estuvo lleno de vida y plenitud (la mansión de la familia Fleury, tan única y llena de recuerdos) a un nuevo entorno de carácter espectral que es lo que queda del castillo en el angustioso presente. ¿Qué es lo que queda, entonces? ¿Qué es lo que permanece, lo que persiste? No se trata de escombros, ni de restos de aquella construcción fastuosa… tan sólo soledad y quietud eterna. Y los fantasmas que Guerín registra y captura a través de las luces y las sombras.

Una mirada cuasi subjetiva de ese presente espectral. Un espacio que se torna profusamente singular. Una luz de luna que surca y moldea las inmensas paredes de la mansión, revelando la naturaleza vivificante que alguna vez existió en aquél sitio. Una serenidad finísima en los planos y encuadres del presente, que contrastan con la vivacidad de una rebosante, y posteriormente ensangrentada, memoria familiar. Lo intrínseco, lo privativo, lo esencial, develado por Guerín; el desenmascaramiento de lo ocultado en el registro, de la selección nada inocente del abogado, de la denuncia implícita e involuntaria, del condicionamiento de clase, del sesgo social y epocal.

*Conclusión

Tren de sombras nos presenta a una familia parisina de la alta sociedad que fue alcanzada por las sombras, mientras se revolcaban en un mar de riqueza presuntamente transparente, límpido y purificado. Guerín les dará forma a esos fantasmas del pasado, les dará vida en pantalla, explicitándolos, resignificándolos en esa imagen tibia y pregnante de un presente muerto y desolado.

Porque el cine es eso, pensará José Luis Guerín: observar, leer entre líneas y hallar nuevos sentidos y significaciones implícitas o reprimidas, para luego apropiarse de la imagen, dislocarla, distorsionarla, retorcerla hasta un extremo para alcanzar las posibilidades máximas; y finalmente manipular el tiempo: volver pasado el tiempo presente, resignificar el pasado a través del presente. Contradicción reveladora, espectro viviente, tren de sombras.

Escrito por Juan Velis
Cinemagavia
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