Salvo a Steven Spielberg, sí, pero tampoco le doy medallas. No creo que se las merezca.

Partimos de un arranque espectacular, es cierto (¿Acaso alguien con dos dedos de frente puede discutir la calidad de los sobrecogedores veinticinco minutos iniciales? Yo creo que no). Pero, como bien diría Kevin Spacey después de meneársela en la ducha en su American Beauty, a partir de aquí, todo va a peor. Va a peor porque empieza a desarrollarse una trama pobre y falta de interés, siendo, desde luego, el argumento el mayor pero de la cinta. Si bien es cierto que este guión lleno de altibajos nos deja grandes momentos por el camino (véase la muerte del sanitario), ofrece también por partes iguales momentos superfluos y faltos de interés (véase la escena de la niña o la de “el falso Ryan”). Así, van sucediéndose constantes irregularidades ciertamente inexplicables. Eso, hasta una media hora final sublime. Toda la secuencia de los Panzers vuelve a recordarnos al nivel de la media hora inicial, con momentos realmente memorables (el francotirador americano autoconvenciéndose mientras acribilla enemigos, la pelea a cuchillo con la posterior escena de las escaleras…), haciendo de la primera y última media hora (borren el minuto inicial y final de sus memorias, por favor) todo un paradigma de cine bélico.

Pero claro, si a este endeble guión le sumamos unas actuaciones bastante mejorables (todavía no entiendo por qué le dieron sus papeles A Matt Damon y Tom Sizemore) el resultado final es algo defraudante. Así que no se confundan, señores; no se dejen engañar por las cautivadoras palabras del señor Kurt. Esto no es una obra maestra. “Salvar al soldado Ryan” no deja de ser una montaña rusa con unos efectos visuales y sonoros sensacionales. Una buena película carente de profundidad y de solidez narrativa. Nada más, nada menos.

El Oscar, en mi opinión, ni para una sobrevalorada “Shakespeare in love” ni para otra ligeramente sobrevalorada “Saving private Ryan”, sino que debería haber viajado rumbo Italia gracias a esa obra de Roberto Benigni que sin hacer mucho ruido consiguió clavarse en los corazones de todos nosotros. Por lo menos en el mío lo consiguió. Dicho está.