Eyes wide shut resulta una película fascinante y enigmática que nos sumerge en la, aparentemente, aburrida vida íntima de una pareja de la alta sociedad de Nueva York, abordando el conflicto entre los instintos y la razón, entre nuestras pasiones y nuestras convenciones.

En nuestra sociedad, donde hemos mantenido reprimido el sexo durante siglos y lo hemos desterrado a nuestra esfera más privada, donde hemos construido nuestras vidas basadas en la razón y en las convenciones, los instintos siguen ahí, basta escarbar un poco, como hace una hastiada Kidman con un complacido Cruise, para que surjan, poderosos e ingobernables y hagan tambalearse a Cruise de su pedestal. Un Cruise que no es capaz de alterarse con una bella mujer desnuda en su consulta.

Resulta paradójico que, en esta sociedad posmoderna y descreída, las personas situadas en su cúspide, aquellas que ya han alcanzado todas las metas aparentes, disfrutan organizando orgías que nos retrotraen a la antigüedad más primitiva del hombre: a la tribu y al chamán. Y es que la seguridad puede llegar a resultar aburrida y afuera están esperando las emociones, el placer y las pasiones, pero también los peligros.