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España España · Zaragoza
Voto de cassavetes:
7
Drama La película gira en torno a una familia burguesa que posee una empresa en Calais, al lado de los campamentos donde viven miles de refugiados. (FILMAFFINITY)

11 de abril de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi tocayo Haneke sigue siendo Haneke. El mismo que hace tres años, que es el tiempo que he tardado en ver (¿tenía prevenciones? En verme Happy End. No voy a cometer spoiler y decir que es un verdadero happy end el que vemos en el último plano de la película. Aunque para gustos, las películas de Haneke. Película ésta, por otra parte, desgarradora, impenitente, reincidente y abrasadora. Frío como él solo, mi tocayo Haneke, no quiere dejar pasar la oportunidad de nuevo para despojar a unos cuantos títeres de su cerebro de trapo.

Haneke sigue siendo Haneke pero se lleva algún tironcillo de orejas por mi parte. Michael, tú ni eres Loach ni eres Von Trier. Atente a las consecuencias si me hacen bajar algún punto esas intromisiones casi ilegítimas en los senderos de tierra danesa o británica. La identidad tampoco la has perdido, por eso me sabe peor que salpimentes un plato tan deliciosamente sabroso como el que preparaste en Happy End. Ken-Lars, te llamaría si siguieras por ahí.

El final, el happy end, hemos quedado, y una niña twitera o instangramera (y cotilla) que va camino de ser influencer para suicide girls. No digo más, sino que esa niña es la que más miga tiene. La aliada perfecta para Haneke, que reverbera ecos de Benny’s Video o incluso el espíritu (pero no argumentalmente) de Funny Games. Y Trintignant y la Huppert (que ya me da miedo, ella, nuevo registro Huppert) y Kassovitz no hacen más que bailar en rondo que les marca ella. Y alguno lo aprovechará.

Y esas píldoras hanekianas, esos momentos aislados en sí mismos que te ocasionan incomodidades, morbos, mal cuerpo, hervores, entusiasmos, arrebatos y tembleques. Cámara fija, plano secuencia, la pantalla de un ordenador y cochinadas cocinadas en la mente de alguien que ha podido y sabido relatar la mente de Elfriede Jelinek.

Así que, tras años de silencio por el Oscar de Amor (repito y no me canso, Haneke tiene más de los dedos de una mano en forma de mejores películas que ella), el pulso particular de mi tocayo con el mundo (tiene mérito, él contra todo el mundo) ahí sigue: el mundo en su continua desfragmentación y Haneke… a lo suyo, cojonero como siempre y pendiente muy mucho de dejarnos a salvo con todo un Happy End.
cassavetes
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