Las intenciones del director son buenas y el planteamiento es interesante dentro de un marco muy hollywoodiense. Busca sorprender y conquistar a un gran público con recursos del cine más comercial con un guion de paradigma clásico, sin sorpresas, sin estructuras temporales extrañas a pesar de que el tema de los viajes por las distintas capas de los sueños da para mucho más. Mucha fanfarria y fuegos de artificio para mostrar el poderío de una superproducción pero una historia muy plana plagada de datos e información para tratar de satisfacer la supuesta inteligencia del espectador que en su butaca murmura para sí: «ah, ya lo he comprendido...». Una película crucigrama, pasatiempo, que no ahonda en la emocionabilidad porque no le interesa.
El ritmo es trepidante, alto y por eso entretiene. Sus dos horas y pico no se hacen largas, lo que es de agradecer. Pero no explora demasiado creativamente las posibilidades que tiene el juego de sumergirse en el mundo de los sueños, aunque sean lúcidos (el soñador que sabe que está en un sueño). Tiene más originalidad el planteamiento que se hace del mundo de los sueños Pesadilla en Elm Street que Origen. Por no hablar, por supuesto, de Buñuel, Lynch, etc. Es simplemente una película de acción a lo grande dentro de un contexto onírico con factura de videojuego. No conmueve. Los personajes son estereotipos, planos, sin fondo. Nadie se sale de su rol, sin sorpresas en ese sentido. Las interpretaciones, normalitas.
A pesar de su envoltorio es una película del montón.