Si hubiese que pensar en una ciudad para reflejar un futuro distópico, descarnado y caótico, sin duda se parecería mucho a ésta Manila, que retrata con habilidad, el director BRILLANTE MENDOZA. Una ciudad que parece hallarse en alguna parte entre las favelas de Río de Janeiro y las depauperadas extensiones de basura de Calcuta. Una ciudad agobiante y bizarra, donde vivir, parece una hazaña y morir es la menor de las tragedias.

Con éstos mimbres el director de ALPHA , construye un efectivo y angustioso comienzo, de los mejores que he visto últimamente en el género de acción, sumergiéndonos en un barrio de narcotraficantes que asombra y desconcierta por igual. La música de DIWA DE LEÓN acentúa el bucle de violencia en el que nos sumerge, sin contemplaciones, la película, apoderándose del primer acto del film.

Una pena que a partir de ésta primera parte, la película decaiga y se enmarañe en intentar reflejar las identidades familiares y sociales de sus protagonistas, perdiendo toda la intensidad y el brío de su primera parte, recuperando algo de ésta, muy hacia el final del metraje.

Una tibia salva de aplausos ha despedido al equipo, encabezado por el propio Brillante, presente durante toda la proyección de ésta película irregular pero que mas allá de todas éstas consideraciones, es una denuncia, valiente y con garra, del grado de descomposición que salpica a la administración filipina y por extensión, a la del resto del mundo y no tenemos que mirar tan lejos para verlo.

Veo difícil que opte a uno de los premios gordos del Zinemaldi, pero es probable que pueda caerle algo en algún otro apartado.