Media votos
7,6
Votos
3.903
Críticas
182
Listas
20
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de Jordirozsa:
7
4,4
57
Ciencia ficción. Terror
Los vampiros se hacen públicos y un grupo de documentalistas decide pasar tiempo con ellos para ver cómo viven y coexisten con los humanos. Pero poco a poco se van dando cuenta de que algo se les va a venir encima. (FILMAFFINITY)
28 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde sus primeras manifestaciones en la historia del cine con el “Nosferatu” (1922), de F.W. Murnau, o Drácula (1931) de Tod Browning, con el mítico Bela Lugosi (a quien ni el propio Cristopher Lee conseguiría eclipsar con las producciones de la Hammer), hasta nuestros días, la temática de los vampiros, ya sea siguiendo la estela del personaje creado por Bram Stoker, o, de modo más impersonal, con otros prototipos de este tan arraigado en el imaginario colectivo como culturalmente interesante ser, no ha dejado de ser una mina inagotable de innumerables propuestas creativas, cada una con su particular gracia e idiosincrasia.
Eso sí, muchas de ellas pretendiendo (siempre en vano) erigirse como “la verdadera”, la “auténtica”… o la “definitiva” historia q ue llegase a ser el epicentro del subgénero. Uno de estos casos sería la consagrada y premiada “Entrevista con el Vampiro” (1994), que no sólo contó con un reparto de lujo de primera fila (Brad Pitt, Tom Cruise, Christian Slater y Antonio Banderas), sinó que se consolidó como una de las primeras referentes, y por ende fuente de inspiración de muchas otras de la última generación de cintas que versan sobre las aventuras y desventuras de los chupasangres (incluyendo las de la saga crepúsculo).
No pocas son las referencias que “Living Among Us” (2019) guarda con la que sigue siendo, incluso casi 30 años después, un modelo prototípico o arquetípico de las historias de esta clase de monstruo. Así, sin ningún lugar a dudas, en más de una escena de la película dirigida por Brian A. Metcalf en 2013, y no estrenada hasta 2018, justo después de la muerte de uno de sus protagonistas, el actor John Heard, conocido entre otras como uno de los psiquiatras mandamases en “Despertares” (1991), podremos evocar a la que Neil Jordan realizó hace ya tres décadas.
Esta nueva propuesta aporta su grano de arena en plantear una peculiar base narrativa; algo cutre, pero que no adolece de seriedad y calidad, dando su toque de propia originalidad (manido tópico, pero muy “popu” entre los “hardcore” de la experimentación en el séptimo arte), en el archi aprovechado fondo de las historias de los “no muertos”.
Salvando las diferencias (en los años noventa apenas teníamos las herramientas actuales en tema de telecomunicaciones: chats, mails, interné, redes sociales… ), tanto en lo que se refiere al encuadre, como lo que respecta al guión, es innegable el paralelismo entre la historia interpretada por ídolos de la gran pantalla, y este relato, que las veces prende el formato de cámara en mano (cambiamos el magnetófono de Slater, por los artilugios digitales de Thomas Ian Nicholas (Mike), Travis Aaron Wade (Rick) y Jordan Danger (Carrie). Lo que en una es poesía y sentido estético de lo romántico, barroco y, según las etiquetas canónicas marcadas por la moda, llamado “gótico”, en “Living Among Us” es reducido a la desnudez; desde la construcción del entorno ambiental, pasando por el lenguaje de los personajes, el visual y sonoro del apartado técnico, hasta el planteamiento narrativo, Metcalf parece apostar por una especie de pseudo realismo con el que dibujar una verosímil y plausible realidad (la banda sonora incidental de Elliot Goldenthall en “Entrevista con el Vampiro” es un lujo del que “Living Among Us” queda desposeída, al no tener ni tan sólo compositor acreditado para una partitura que la habría hecho mucho más eficaz y completa).
El guión firmado por el propio realizador queda casi sin componer, para plasmar algo que perfectamente podría suceder, o estar sucediendo en un futuro no muy lejano. De hecho, en las sucesivas escenas podemos darnos cuenta de que la superficie de la ficción entraña simbolismos de hechos y realidades de candente actualidad: hipocresía social, violencia, mentira institucional, crisis de valores… Metcalf, que se asegura la omnipresencia en la cinta (dirección, guión, fotografía… hasta se permite interpretar a uno de los personajes), se asegura de contar mucho más de lo que aparenta hacer.
La máscara vampírica bajo la cual se reviste a los villanos de turno, podría ser algo totalmente circunstancial y agregado a la auténtica esencia de un metraje al que se podría perfectamente haber dado otro fondo temático. Es decir, lo que en la película son vampiros, podría haberse tradato de cualquier otra clase de espécimen: congregantes de una secta, miembros de una determinada clase social (por ejemplo de la política, que con los vampiros, por razones obvias, no guarda demasiadas diferencias), o asociados a algún tipo de banda criminal o mafiosa, deseosos de aparentar ante una sociedad atemorizada, no sólo su carácter inofensivo, sino también su voluntad de contribuir al bienestar general.
Tenemos ahí el boceto de una de estas historias con polémica sobre la moral de la inclusión o exclusión de un grupo diferente; la admisión en la realidad social de un colectivo al que se odia, teme, rechaza… por ser de índole distinta a lo que marcan los estándares del “stablishment”. Un colectivo que, por otra parte, tampoco renuncia no sólo a “formar parte de”, sinó a que su raza sea parte o total de la casta dominante, y para ello si es necesario, recurrir a lo más execrable (veamos aquí una referencia o semejanza con la película de Graham Baker, protagonizada por James Caan “Alien Nation”, de 1988).
Los personajes, a diferencia de “Entrevista con el Vampiro”, tienen un nivel de desarrollo y elaboración descriptiva casi nulo. Su caracterización es minimalista: con atuendos negros los varones, y la que marcan la diferencia, son las vampiresas, a cuya cabeza está la fría e implacable (escondida detrás de sus iniciales risueños buenos modales) Elleanor, interpretada por la bella Esmé Bianco. Del lado de los periodistas, tanto en sus atuendos como en su quehacer al principio, observamos lo mas desenfadadamente ordinario. En contraste con el encanto y atractibo de la presencia de los personajes creados por Anne Rice, en 1973.
Eso sí, muchas de ellas pretendiendo (siempre en vano) erigirse como “la verdadera”, la “auténtica”… o la “definitiva” historia q ue llegase a ser el epicentro del subgénero. Uno de estos casos sería la consagrada y premiada “Entrevista con el Vampiro” (1994), que no sólo contó con un reparto de lujo de primera fila (Brad Pitt, Tom Cruise, Christian Slater y Antonio Banderas), sinó que se consolidó como una de las primeras referentes, y por ende fuente de inspiración de muchas otras de la última generación de cintas que versan sobre las aventuras y desventuras de los chupasangres (incluyendo las de la saga crepúsculo).
No pocas son las referencias que “Living Among Us” (2019) guarda con la que sigue siendo, incluso casi 30 años después, un modelo prototípico o arquetípico de las historias de esta clase de monstruo. Así, sin ningún lugar a dudas, en más de una escena de la película dirigida por Brian A. Metcalf en 2013, y no estrenada hasta 2018, justo después de la muerte de uno de sus protagonistas, el actor John Heard, conocido entre otras como uno de los psiquiatras mandamases en “Despertares” (1991), podremos evocar a la que Neil Jordan realizó hace ya tres décadas.
Esta nueva propuesta aporta su grano de arena en plantear una peculiar base narrativa; algo cutre, pero que no adolece de seriedad y calidad, dando su toque de propia originalidad (manido tópico, pero muy “popu” entre los “hardcore” de la experimentación en el séptimo arte), en el archi aprovechado fondo de las historias de los “no muertos”.
Salvando las diferencias (en los años noventa apenas teníamos las herramientas actuales en tema de telecomunicaciones: chats, mails, interné, redes sociales… ), tanto en lo que se refiere al encuadre, como lo que respecta al guión, es innegable el paralelismo entre la historia interpretada por ídolos de la gran pantalla, y este relato, que las veces prende el formato de cámara en mano (cambiamos el magnetófono de Slater, por los artilugios digitales de Thomas Ian Nicholas (Mike), Travis Aaron Wade (Rick) y Jordan Danger (Carrie). Lo que en una es poesía y sentido estético de lo romántico, barroco y, según las etiquetas canónicas marcadas por la moda, llamado “gótico”, en “Living Among Us” es reducido a la desnudez; desde la construcción del entorno ambiental, pasando por el lenguaje de los personajes, el visual y sonoro del apartado técnico, hasta el planteamiento narrativo, Metcalf parece apostar por una especie de pseudo realismo con el que dibujar una verosímil y plausible realidad (la banda sonora incidental de Elliot Goldenthall en “Entrevista con el Vampiro” es un lujo del que “Living Among Us” queda desposeída, al no tener ni tan sólo compositor acreditado para una partitura que la habría hecho mucho más eficaz y completa).
El guión firmado por el propio realizador queda casi sin componer, para plasmar algo que perfectamente podría suceder, o estar sucediendo en un futuro no muy lejano. De hecho, en las sucesivas escenas podemos darnos cuenta de que la superficie de la ficción entraña simbolismos de hechos y realidades de candente actualidad: hipocresía social, violencia, mentira institucional, crisis de valores… Metcalf, que se asegura la omnipresencia en la cinta (dirección, guión, fotografía… hasta se permite interpretar a uno de los personajes), se asegura de contar mucho más de lo que aparenta hacer.
La máscara vampírica bajo la cual se reviste a los villanos de turno, podría ser algo totalmente circunstancial y agregado a la auténtica esencia de un metraje al que se podría perfectamente haber dado otro fondo temático. Es decir, lo que en la película son vampiros, podría haberse tradato de cualquier otra clase de espécimen: congregantes de una secta, miembros de una determinada clase social (por ejemplo de la política, que con los vampiros, por razones obvias, no guarda demasiadas diferencias), o asociados a algún tipo de banda criminal o mafiosa, deseosos de aparentar ante una sociedad atemorizada, no sólo su carácter inofensivo, sino también su voluntad de contribuir al bienestar general.
Tenemos ahí el boceto de una de estas historias con polémica sobre la moral de la inclusión o exclusión de un grupo diferente; la admisión en la realidad social de un colectivo al que se odia, teme, rechaza… por ser de índole distinta a lo que marcan los estándares del “stablishment”. Un colectivo que, por otra parte, tampoco renuncia no sólo a “formar parte de”, sinó a que su raza sea parte o total de la casta dominante, y para ello si es necesario, recurrir a lo más execrable (veamos aquí una referencia o semejanza con la película de Graham Baker, protagonizada por James Caan “Alien Nation”, de 1988).
Los personajes, a diferencia de “Entrevista con el Vampiro”, tienen un nivel de desarrollo y elaboración descriptiva casi nulo. Su caracterización es minimalista: con atuendos negros los varones, y la que marcan la diferencia, son las vampiresas, a cuya cabeza está la fría e implacable (escondida detrás de sus iniciales risueños buenos modales) Elleanor, interpretada por la bella Esmé Bianco. Del lado de los periodistas, tanto en sus atuendos como en su quehacer al principio, observamos lo mas desenfadadamente ordinario. En contraste con el encanto y atractibo de la presencia de los personajes creados por Anne Rice, en 1973.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
En “Living Among Us” se desprende al vampiro de todo dramatismo que pueda acaramelar o denotar un solo atisbo de lo fantástico: “estamos ante las cámaras de la televisión, porfavor”… a pesar que el espectador, aunque sea en lo más profundo de su inconsciente, sabe que estamos ante una ficción figurativa, hay que pintar el escenario de la forma más creíble posible para acercarnos todo lo más al “reality show”.
En lo que se refiere a valores de las personalidades interpretadas, la cinta de Metcalf pone en clara desventaja a los humanos frente a sus potencialies depredadores: despreocupados, por lo menos al principio, pusilánimes, instalados en la zona de confort de las actividades de una insulsa vida diaria centrada, básicamente, en un trabajo en el que se pretenden realizar como individuos… y poca cosa más; sin romances, sin transmitir otra pasión que la que tienen por las cámaras y las imágenes captadas con las que se ganan la vida. Su jefe, un eslabón de una especie de cadena de mando. El simple lacayo, por lo menos la impresión que me llevo yo, de unos poderes no revelados ni manifiestos en el guión, interesados en hacer creer a la sociedad lo “conveniente” que puede ser tener a los vampiros de marras integrados en la sociedad (aunque ello suponga una crisis de subministros de hemoglobina; váyanse preparando los donantes de sangre). Por el contra, tenemos a unos seres que detrás de lo que aparentan, ocultan su sed de poder, sus ambiciones y aspiraciones supremacistas, a costa de unos humanos decadentes y enclenques mental y físicamente en comparación a ellos.
Por decir, los tres aventurados periodistas, a diferencia del Malloy que entrevista al muerdecuellos (Brad Pitt), ni admiran ni aspiran a ser cómo aquellos a los que han ido a visitar para “vender” su imagen en los media; y menos cuando los descerebrados jóvenes del clan les llevan de paseo e invitan a que filmen sus fechorías entre tanto. A raíz de lo cual, los jóvenes reporteros se dan cuenta del palo que van, las criaturas de la noche.
En el trasfondo de unos diálogos carentes de enjundia dramática (unas interpretaciones bastante mediocres, todo sea dicho de paso), se desenvuelve el ritmo narrativo, en el que los actos estan marcados por el sucesivo cambio de objetivos o prioridades de cada uno de los grupos de personajes. En el caso de Mike, Rick y Carrie, pasan de tener que ir simplemente a hacer su trabajo en un caso raro para ellos (presentación), a, alimentados por lo que observan y ven, desear escapar de la casa donde han sido invitados para hacer el rodaje (nudo) a, llanamente, luchar por su supervivencia e intentar por todos los medios que lo que han registrado, llegue a la luz pública (desenlace).
Respectivamente, los vampiros, siempre en ventaja real, pasan del objetivo de aparecer en público como inofensivos (inicio), a "necesarios" para mantener la paz social, en ser los “encargados” de eliminar a aquellos a los que la sociedad rechaza (delincuentes, prostitutas… ), como medio de justificación cuando les descubren en sus ritos y orgías de carne y sangre (interesante la parte más gore de la guia turística ofrecida por el vampiro Blake, a sus convidados), hasta ponerse manos a la obra para impedir que los recién llegados puedan salir de su morada a explicar lo que han visto y oído.
Sin nada que destaque mucho más que la presencia de los veteranos John Heard y William Sandler, el cineasta de origen coreano agarra las riendas del rodaje con buen pulso para, a través de lo fantástico e irreal, hacer un retrato social de nuestros tiempos. Aprovecha la cortina argumental de otra historia a la que casi calca, para levantar el telón de la escena de nuestra sociedad postmoderna.
Y visto lo visto, si alguna vez me encargaran de un periódico o una cadena de televisión que entrevistara a un vampiro, sea como sea, y para no terminar siendo el aperitivo de uno de ellos en mi propio coche, creo que sin pestañear echaría mano del “zoom” o del “meeting”.
En lo que se refiere a valores de las personalidades interpretadas, la cinta de Metcalf pone en clara desventaja a los humanos frente a sus potencialies depredadores: despreocupados, por lo menos al principio, pusilánimes, instalados en la zona de confort de las actividades de una insulsa vida diaria centrada, básicamente, en un trabajo en el que se pretenden realizar como individuos… y poca cosa más; sin romances, sin transmitir otra pasión que la que tienen por las cámaras y las imágenes captadas con las que se ganan la vida. Su jefe, un eslabón de una especie de cadena de mando. El simple lacayo, por lo menos la impresión que me llevo yo, de unos poderes no revelados ni manifiestos en el guión, interesados en hacer creer a la sociedad lo “conveniente” que puede ser tener a los vampiros de marras integrados en la sociedad (aunque ello suponga una crisis de subministros de hemoglobina; váyanse preparando los donantes de sangre). Por el contra, tenemos a unos seres que detrás de lo que aparentan, ocultan su sed de poder, sus ambiciones y aspiraciones supremacistas, a costa de unos humanos decadentes y enclenques mental y físicamente en comparación a ellos.
Por decir, los tres aventurados periodistas, a diferencia del Malloy que entrevista al muerdecuellos (Brad Pitt), ni admiran ni aspiran a ser cómo aquellos a los que han ido a visitar para “vender” su imagen en los media; y menos cuando los descerebrados jóvenes del clan les llevan de paseo e invitan a que filmen sus fechorías entre tanto. A raíz de lo cual, los jóvenes reporteros se dan cuenta del palo que van, las criaturas de la noche.
En el trasfondo de unos diálogos carentes de enjundia dramática (unas interpretaciones bastante mediocres, todo sea dicho de paso), se desenvuelve el ritmo narrativo, en el que los actos estan marcados por el sucesivo cambio de objetivos o prioridades de cada uno de los grupos de personajes. En el caso de Mike, Rick y Carrie, pasan de tener que ir simplemente a hacer su trabajo en un caso raro para ellos (presentación), a, alimentados por lo que observan y ven, desear escapar de la casa donde han sido invitados para hacer el rodaje (nudo) a, llanamente, luchar por su supervivencia e intentar por todos los medios que lo que han registrado, llegue a la luz pública (desenlace).
Respectivamente, los vampiros, siempre en ventaja real, pasan del objetivo de aparecer en público como inofensivos (inicio), a "necesarios" para mantener la paz social, en ser los “encargados” de eliminar a aquellos a los que la sociedad rechaza (delincuentes, prostitutas… ), como medio de justificación cuando les descubren en sus ritos y orgías de carne y sangre (interesante la parte más gore de la guia turística ofrecida por el vampiro Blake, a sus convidados), hasta ponerse manos a la obra para impedir que los recién llegados puedan salir de su morada a explicar lo que han visto y oído.
Sin nada que destaque mucho más que la presencia de los veteranos John Heard y William Sandler, el cineasta de origen coreano agarra las riendas del rodaje con buen pulso para, a través de lo fantástico e irreal, hacer un retrato social de nuestros tiempos. Aprovecha la cortina argumental de otra historia a la que casi calca, para levantar el telón de la escena de nuestra sociedad postmoderna.
Y visto lo visto, si alguna vez me encargaran de un periódico o una cadena de televisión que entrevistara a un vampiro, sea como sea, y para no terminar siendo el aperitivo de uno de ellos en mi propio coche, creo que sin pestañear echaría mano del “zoom” o del “meeting”.