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Voto de Jordirozsa:
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Ciencia ficción. Terror. Thriller
Cuando el respetado psiquiatra Dr. Neil Chase comienza a tratar a Lesley Hahn por unos recuerdos intermitentes y paralizantes, pérdida de memoria y paranoia, las explicaciones racionales no encajan. Mientras, el ama de casa de Nebraska Mary Wilkes sufre síntomas idénticos. Y cuando el Dr. chase la reconoce y profundiza en ambos casos, las similitudes de sus pesadillas le llevan de su escepticismo inicial a la más firme creencia en ... [+]
22 de octubre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dan Curtis, conocido por su trabajo en géneros de terror y misterio, tuvo un impacto significativo en la dirección y producción. Había ganado notoriedad principalmente por su trabajo en la serie de culto «Dark Shadows» (1966-71). Además, su experiencia en la producción y dirección de películas y miniseries basadas en historias clásicas de terror, como «The Night Stalker» (1972) y «Trilogy of Terror» (1975), le proporcionó una base sólida para abordar temas que se desvían de la realidad convencional. Curtis llevó su experiencia en el género de terror y misterio a un tema contemporáneo y altamente debatido: las abducciones extraterrestres. Aunque el tema es diferente de las historias de vampiros o entidades sobrenaturales, hay similitudes en la forma en que se abordan las experiencias inexplicables y aterradoras de los protagonistas. La habilidad de Curtis para crear tensión, misterio y empatía hacia los personajes se traduce en una presentación seria y un enfoque en el trauma psicológico.
El «script» se basa en el libro del pintor y escritor Budd Hopkins quien se convirtió en una figura central en el estudio del fenómeno OVNI tras alegar haber sido víctima de abducciones. Su interés en el tema lo llevó a desarrollar técnicas de hipnosis regresiva para ayudar a otros supuestos abducidos a recuperar recuerdos de sus experiencias. El guion lleva la impronta de Tracy Tormé, quien, además de ser hijo del legendario músico Mel Tormé - autor de la icónica «The Christmas Song» - ha demostrado tener una fascinación particular por el tema OVNI. Tormé ya había dejado su huella en el mundo de la ciencia ficción con su trabajo en «Star Trek: The Next Generation», lo que refuerza su posterior involucramiento en «Fire in the Sky» y la producción del documental «The Phenomenon» en 2020.
Barry Oringer, por su parte, aporta a «Intruders» su vasta experiencia en la narrativa televisiva. Su habilidad para establecer el tono y la dirección de una serie desde sus inicios quedó demostrada cuando escribió el guion del episodio piloto de la famosa serie «Hotel» (1983).
El film se sumerge en el ámbito de la ciencia ficción y el misterio, pero mantiene un pie firmemente plantado en la realidad. La miniserie no solo busca entretener, sino también presentar una visión matizada y profunda del fenómeno OVNI, equilibrando testimonios personales, investigación rigurosa y narrativa cautivadora.
«Intruders» se presenta en un momento histórico, durante las décadas de 1980 y 1990, en el que hubo un notable aumento en los informes de personas que afirmaban haber tenido encuentros cercanos con extraterrestres, y en muchos casos, haber sido abducidas por ellos. Lo que capturó la imaginación del público y alimentó un debate en curso sobre la realidad de tales experiencias.
Tom Priestley Jr., como director de fotografía, a través de su elección de texturas, localizaciones e iluminaciones, logró «montar» escénicamente un contexto que sumerge al espectador en un mundo de enigmas y tensiones no resueltas. Sin embargo, no logró complementar adecuadamente el ritmo de la narrativa ni alinearse con el tono más documental que el director y, especialmente, los escritores buscaban transmitir. Mientras que la historia intentaba adoptar un enfoque más factual y basado en testimonios, a menudo parecía que la cinematografía se inclinaba más hacia el drama y el suspense. Lo que resulta en un desajuste, donde las piezas individuales, aunque impresionantes por sí solas, no encajan perfectamente en el conjunto.
Bob Cobert, un colaborador frecuente de Dan Curtis, ha demostrado en varias ocasiones su habilidad para componer bandas sonoras que se ajustan a la atmósfera y el tono de diversas producciones. En «The Winds of War» (1983), su trabajo fue elogiable y adecuado para el género épico de la serie. Además, ya había incursionado en el terror televisivo, lo que podría hacer pensar que estaba bien preparado. Pero su estilo distintivo no se alinea completamente con las expectativas del género. Su inclinación hacia el lirismo, aunque técnicamente competente, no siempre se adapta a la naturaleza inquietante y misteriosa de las historias de abducciones alienígenas. Esta desconexión entre la música y el tono de la película no es un incidente aislado en la colaboración entre Cobert y Curtis. En «Dracula» (1974), protagonizada por Jack Palance, Cobert también se inclinó hacia un enfoque lírico, lo que podría haber suavizado la tensión inherente a una historia de vampiros. Esto plantea la pregunta de si la elección musical es realmente un defecto o si, en cambio, es una decisión deliberada por parte de Curtis para dar un giro diferente a sus historias de terror y ciencia ficción. En lugar de centrarse estrictamente en el horror, Curtis podría haber estado buscando explorar otras emociones y facetas de estas historias a través de la música.
El «set» adopta un enfoque minimalista y realista. Centrada en escenarios domésticos y cotidianos, la historia adquiere un tono más creíble, haciendo que las experiencias de abducción y los encuentros con extraterrestres se sientan más cercanos para el espectador, ya que ocurren en entornos familiares. Esta elección puede ser especialmente efectiva si el objetivo es presentar la historia con un tono más documental; la atención del espectador se centra más en la narrativa y en las experiencias de los personajes, sin distraerse con escenarios elaborados o efectos visuales llamativos. Sin embargo, en una historia que trata sobre abducciones alienígenas y conspiraciones gubernamentales, hay un potencial significativo para crear espacios impresionantes y memorables. Al no aprovechar esto, la producción parece carecer de ambición o de un presupuesto adecuado. Al optar por un diseño de producción más simple, la película pierde oportunidades para intensificar la experiencia del espectador.
A pesar de contar con actores como Richard Crenna y Mare Winningham, sus actuaciones no logran alcanzar las expectativas.
El «script» se basa en el libro del pintor y escritor Budd Hopkins quien se convirtió en una figura central en el estudio del fenómeno OVNI tras alegar haber sido víctima de abducciones. Su interés en el tema lo llevó a desarrollar técnicas de hipnosis regresiva para ayudar a otros supuestos abducidos a recuperar recuerdos de sus experiencias. El guion lleva la impronta de Tracy Tormé, quien, además de ser hijo del legendario músico Mel Tormé - autor de la icónica «The Christmas Song» - ha demostrado tener una fascinación particular por el tema OVNI. Tormé ya había dejado su huella en el mundo de la ciencia ficción con su trabajo en «Star Trek: The Next Generation», lo que refuerza su posterior involucramiento en «Fire in the Sky» y la producción del documental «The Phenomenon» en 2020.
Barry Oringer, por su parte, aporta a «Intruders» su vasta experiencia en la narrativa televisiva. Su habilidad para establecer el tono y la dirección de una serie desde sus inicios quedó demostrada cuando escribió el guion del episodio piloto de la famosa serie «Hotel» (1983).
El film se sumerge en el ámbito de la ciencia ficción y el misterio, pero mantiene un pie firmemente plantado en la realidad. La miniserie no solo busca entretener, sino también presentar una visión matizada y profunda del fenómeno OVNI, equilibrando testimonios personales, investigación rigurosa y narrativa cautivadora.
«Intruders» se presenta en un momento histórico, durante las décadas de 1980 y 1990, en el que hubo un notable aumento en los informes de personas que afirmaban haber tenido encuentros cercanos con extraterrestres, y en muchos casos, haber sido abducidas por ellos. Lo que capturó la imaginación del público y alimentó un debate en curso sobre la realidad de tales experiencias.
Tom Priestley Jr., como director de fotografía, a través de su elección de texturas, localizaciones e iluminaciones, logró «montar» escénicamente un contexto que sumerge al espectador en un mundo de enigmas y tensiones no resueltas. Sin embargo, no logró complementar adecuadamente el ritmo de la narrativa ni alinearse con el tono más documental que el director y, especialmente, los escritores buscaban transmitir. Mientras que la historia intentaba adoptar un enfoque más factual y basado en testimonios, a menudo parecía que la cinematografía se inclinaba más hacia el drama y el suspense. Lo que resulta en un desajuste, donde las piezas individuales, aunque impresionantes por sí solas, no encajan perfectamente en el conjunto.
Bob Cobert, un colaborador frecuente de Dan Curtis, ha demostrado en varias ocasiones su habilidad para componer bandas sonoras que se ajustan a la atmósfera y el tono de diversas producciones. En «The Winds of War» (1983), su trabajo fue elogiable y adecuado para el género épico de la serie. Además, ya había incursionado en el terror televisivo, lo que podría hacer pensar que estaba bien preparado. Pero su estilo distintivo no se alinea completamente con las expectativas del género. Su inclinación hacia el lirismo, aunque técnicamente competente, no siempre se adapta a la naturaleza inquietante y misteriosa de las historias de abducciones alienígenas. Esta desconexión entre la música y el tono de la película no es un incidente aislado en la colaboración entre Cobert y Curtis. En «Dracula» (1974), protagonizada por Jack Palance, Cobert también se inclinó hacia un enfoque lírico, lo que podría haber suavizado la tensión inherente a una historia de vampiros. Esto plantea la pregunta de si la elección musical es realmente un defecto o si, en cambio, es una decisión deliberada por parte de Curtis para dar un giro diferente a sus historias de terror y ciencia ficción. En lugar de centrarse estrictamente en el horror, Curtis podría haber estado buscando explorar otras emociones y facetas de estas historias a través de la música.
El «set» adopta un enfoque minimalista y realista. Centrada en escenarios domésticos y cotidianos, la historia adquiere un tono más creíble, haciendo que las experiencias de abducción y los encuentros con extraterrestres se sientan más cercanos para el espectador, ya que ocurren en entornos familiares. Esta elección puede ser especialmente efectiva si el objetivo es presentar la historia con un tono más documental; la atención del espectador se centra más en la narrativa y en las experiencias de los personajes, sin distraerse con escenarios elaborados o efectos visuales llamativos. Sin embargo, en una historia que trata sobre abducciones alienígenas y conspiraciones gubernamentales, hay un potencial significativo para crear espacios impresionantes y memorables. Al no aprovechar esto, la producción parece carecer de ambición o de un presupuesto adecuado. Al optar por un diseño de producción más simple, la película pierde oportunidades para intensificar la experiencia del espectador.
A pesar de contar con actores como Richard Crenna y Mare Winningham, sus actuaciones no logran alcanzar las expectativas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Crenna, cuya presencia añade valor debido a su destacada carrera, ofrece una interpretación que, por momentos, se siente irregular.
Aunque es capaz de transmitir la faceta más sensible, emocional y paternalista de su personaje, algo que ya había demostrado con habilidad en roles anteriores como el coronel Trautman en la saga «Rambo», su actuación flaquea en los momentos de mayor tensión. Además, la evolución de su personaje en relación con sus creencias es algo forzada, lo que socava la complejidad potencial del protagonista.
Mare Winningham adopta un repertorio expresivo limitado o monocromático. En su interpretación se la ve fluctuando entre un estado de continua tensión, que puede resultar agotador para el espectador, y una especie de catatonia que roza el «mojigatismo». Esta falta de variedad da la impresión de que lleva una máscara de cartón, y solo sus ojos intentan, en ocasiones, transmitir alguna emoción o profundidad.
En cambio, tanto Susan Blakely, como el resto de secundarios, logran estar más que correctos en su acompañamiento a un dúo de protagonistas que no termina de dar el pego (y, para algunos, ni empieza a darlo).
Dada la envergadura de «Intruders», el espectador se enfrenta a una producción que, dada su longitud, el tema en ebullición de su época y su posición en un género que oscila entre el thriller y la ciencia ficción, genera expectativas de un crescendo narrativo. Pero tras una presentación que promete tensión, la historia se estanca. En vez de culminar en un clímax esperado, se desvía hacia un romanticismo majadero, que roza lo «spielbergiano», evocando a «E.T.» (1982) o a «Encuentros en la Tercera Fase» (1977).
Los diálogos sacrifican intensidad y riqueza poética que podrían haber elevado las interpretaciones de los personajes. Esta elección, aunque comprensible dentro del objetivo de crear una atmósfera realista y creíble, descafeína a las actuaciones.
En el montaje de los 180 minutos, Bill Blunden realiza un trabajo competente. A pesar de la extensión de la cinta, logra mantener un ritmo que, aunque discreto, hace que la película sea soportable para el espectador. A pesar de los giros y evoluciones del guion, Blunden cierra con la dignidad que se puede esperar.
La constante búsqueda de la verdad es un hilo conductor en la trama, con personajes como el Dr. Chase persiguiendo incansablemente la realidad detrás de las misteriosas abducciones, a pesar del escepticismo y las adversidades que enfrenta. Esta persistencia se complementa con una profunda empatía hacia aquellos que han experimentado traumas inexplicables, subrayando la importancia de creer y apoyar a las víctimas. Además, la integridad del Dr. Chase brilla a lo largo de la película, ya que elige seguir su conciencia y convicciones, incluso cuando su reputación profesional está en juego.
Por otro lado, también hay un escepticismo desmedido presente en varios personajes, especialmente dentro de la comunidad médica y científica, que desestima automáticamente las afirmaciones de abducción, mostrando una falta de mente abierta hacia las experiencias y traumas de las víctimas. Además, el secretismo y la manipulación por parte de figuras militares y gubernamentales sugieren un nivel preocupante de falta de transparencia y honestidad. Por último, la despersonalización de las víctimas de abducción, tratadas más como objetos de experimentación que como seres humanos, resalta una falta de humanidad y empatía.
«Intruders» aborda un tema fascinante y controvertido: las abducciones extraterrestres. Aunque la miniserie puede no convencer a todos, especialmente a aquellos que son escépticos sobre el fenómeno de las abducciones, ofrece una narrativa envolvente que invita a la reflexión sobre la naturaleza de la realidad y las experiencias humanas. Es una obra que, independientemente de las creencias del espectador, proporciona un punto de partida interesante para discutir la intersección de la psicología, la ciencia y lo desconocido.
Aunque es capaz de transmitir la faceta más sensible, emocional y paternalista de su personaje, algo que ya había demostrado con habilidad en roles anteriores como el coronel Trautman en la saga «Rambo», su actuación flaquea en los momentos de mayor tensión. Además, la evolución de su personaje en relación con sus creencias es algo forzada, lo que socava la complejidad potencial del protagonista.
Mare Winningham adopta un repertorio expresivo limitado o monocromático. En su interpretación se la ve fluctuando entre un estado de continua tensión, que puede resultar agotador para el espectador, y una especie de catatonia que roza el «mojigatismo». Esta falta de variedad da la impresión de que lleva una máscara de cartón, y solo sus ojos intentan, en ocasiones, transmitir alguna emoción o profundidad.
En cambio, tanto Susan Blakely, como el resto de secundarios, logran estar más que correctos en su acompañamiento a un dúo de protagonistas que no termina de dar el pego (y, para algunos, ni empieza a darlo).
Dada la envergadura de «Intruders», el espectador se enfrenta a una producción que, dada su longitud, el tema en ebullición de su época y su posición en un género que oscila entre el thriller y la ciencia ficción, genera expectativas de un crescendo narrativo. Pero tras una presentación que promete tensión, la historia se estanca. En vez de culminar en un clímax esperado, se desvía hacia un romanticismo majadero, que roza lo «spielbergiano», evocando a «E.T.» (1982) o a «Encuentros en la Tercera Fase» (1977).
Los diálogos sacrifican intensidad y riqueza poética que podrían haber elevado las interpretaciones de los personajes. Esta elección, aunque comprensible dentro del objetivo de crear una atmósfera realista y creíble, descafeína a las actuaciones.
En el montaje de los 180 minutos, Bill Blunden realiza un trabajo competente. A pesar de la extensión de la cinta, logra mantener un ritmo que, aunque discreto, hace que la película sea soportable para el espectador. A pesar de los giros y evoluciones del guion, Blunden cierra con la dignidad que se puede esperar.
La constante búsqueda de la verdad es un hilo conductor en la trama, con personajes como el Dr. Chase persiguiendo incansablemente la realidad detrás de las misteriosas abducciones, a pesar del escepticismo y las adversidades que enfrenta. Esta persistencia se complementa con una profunda empatía hacia aquellos que han experimentado traumas inexplicables, subrayando la importancia de creer y apoyar a las víctimas. Además, la integridad del Dr. Chase brilla a lo largo de la película, ya que elige seguir su conciencia y convicciones, incluso cuando su reputación profesional está en juego.
Por otro lado, también hay un escepticismo desmedido presente en varios personajes, especialmente dentro de la comunidad médica y científica, que desestima automáticamente las afirmaciones de abducción, mostrando una falta de mente abierta hacia las experiencias y traumas de las víctimas. Además, el secretismo y la manipulación por parte de figuras militares y gubernamentales sugieren un nivel preocupante de falta de transparencia y honestidad. Por último, la despersonalización de las víctimas de abducción, tratadas más como objetos de experimentación que como seres humanos, resalta una falta de humanidad y empatía.
«Intruders» aborda un tema fascinante y controvertido: las abducciones extraterrestres. Aunque la miniserie puede no convencer a todos, especialmente a aquellos que son escépticos sobre el fenómeno de las abducciones, ofrece una narrativa envolvente que invita a la reflexión sobre la naturaleza de la realidad y las experiencias humanas. Es una obra que, independientemente de las creencias del espectador, proporciona un punto de partida interesante para discutir la intersección de la psicología, la ciencia y lo desconocido.