No hace falta que diga que tuve que ver dicha película en una situación anormal como es un viaje porque de otra manera nunca podría ni siquiera atreverme a dar al play.

Lo positivo es que en esta ocasión mi estación ferroviaria llegó antes de que finalizase este pedazo de historia, y aunque por un segundo sentí cierta morriña al quitarme los auriculares, aquello sólo me duró como digo un segundo. Y luego vino la felicidad.

Pero tampoco quiero ser tan negativo con “Diario de un ejecutivo agresivo”. No es la peor película de la historia del cine, ya que entre otras cosas podemos encontrar a una Rebecca Romijn-Stamos que siempre ayuda a que subamos algún punto a la calificación de la película. Pero sobre todo porque pensaba que este tipo de monigotes con traje y corbata fanáticos de los libros de autoayuda y técnicas conductistas estaban en regresión y ya veo que no, que aún se mantienen una clase social de yuppies atemporales que son los mismos que los de los ochenta y que en vez de jugar al squash ahora van a clase de Tai chi, pero básicamente piensan igual, es decir más bien poco.

Y que conste que Ben Affleck no es de lo peor de este mundillo, al chico le falta calidad interpretativa pero tiene un punto de intelectual que intenta desarrollar escribiendo guiones y argumentos. Otros ni siquiera se molestan en ello.

Sobre el guionista y director Mike Binder, poco o nada que decir, es un hombre afortunado ya que hace lo que le gusta sin tener ni puta idea. Que más se le puede pedir a la vida.

Lo que hubiera dado por encontrarme el diario del Affleck en mis años de juerga, eso sí que es una comedia.