El regreso de Fred Astaire, después del accidente de Gene Kelly, al cine con este musical fue bastante interesante a pesar de que su compañera de reparto era la inaguantable Judy Garland, que ya por entonces tenía problemas con su segundo marido Vincente Minnelli -su adicción a las drogas era una constante- lo que hizo que se retirara del proyecto y dos años más tarde se divorciarían. Un mediocre director como Charles Walters aprovechó la ocasión de su vida haciéndose cargo de la película y aunque consigue un trabajo correcto no fue refrendado con su posterior débil filmografía.
La música de Irving Berlin es más floja que en otras ocasiones y no está a la altura de películas como "Sombrero de copa".
Destacar todo el lujo en el vestuario y decorados, auténticamente fastuosos y una apreciable fotografía en color que resalta la viveza de los trajes.
El guión como suele ser habitual en este tipo de películas suele ser bastante ligero, y resulta en ocasiones cursi y pedante sobre todo muchas escenas que protagoniza la Garland.
Lo mejor como es habitual es Fred Astaire que cerca de los cincuenta años demuestra estar en forma y bailando como los mismísimos ángeles (su primera escena de baile para conseguir el conejo del niño es genial) y una secundaria como Anne Miller, mucho más guapa, mejor actriz y bailarina que la Garland que simplemente la roba todos los planos que aparecen juntas.
Destacar por última la cámara lenta que graba Astaire bailando, algo insólito en el 1949, algunos encuadres preciosos -como las modelos detrás de los cristales- y la preocupación por la realidad no acostumbrada en este tipo de películas en cuanto a los gastos diarios como taxis, restaurantes, propinas... etc.
Película en definitiva convencional (guión), en ocasiones repelente (Judy Garland) y en otras encantadora (Fred Astaire).