Es complicadísimo que una película en la que, obviamente, se sabe que el barco se hunde, mantenga la atención del espectador hasta el final. Y con la duración que tiene más aún, si cabe. El alarde de medios técnicos es asombroso, al verla a uno no le queda más que casi aseverar que el Titanic se hundió así y que ha asistido a ello unas decenas de años después. La banda sonora es excepcional y a ella se debe gran parte del éxito de la cinta. La recreación del vestuario, de los personajes reales de esa tragedia, del mobiliario del barco es perfecta. Quizá lo menos aparente es la evidente diferencia de edad entre la pareja protagonista, donde DiCaprio aparece más aniñado que la esplendorosa Kate Winslet, que derrocha personalidad en cada toma.
Otra para ver una y cien veces.