Divertida, amena, interesante... El Hombre Tranquilo arranca a modo de comedieta costumbrista, de esas que se ven e incluso en ocasiones se admiran con una tierna sonrisa. Pronto, demasiado pronto y de manera algo forzada quizá, pero de momento no nos importa, comenzará la historieta de amor de turno.

Y así, al cabo de una hora de película en la que ya están todas las cartas sobre la mesa, la cosa empieza a tambalearse, pues ni los personajes son tan carismáticos ni la historia lo suficientemenete original o emotiva o trascendente como para mantenerte especialmente enganchado. Existe, no obstante, un pequeño detalle, y que es el secreto de la tranquilidad de ese hombre tranquilo...

Pero una vez que se revela ese secreto, el espectador asiste, desconcertado, a un espectáculo en el que ese secreto básicamente carece de importancia, es más, se pervierte completamente para terminar la película con una increíble (increíble porque al menos yo no podía creerme semejante desatino) celebración y apología de la violencia.

Si a eso le sumamos un ambientillo ciertamente machista y de dominación de la mujer que se contempla con cierta comprensión y aceptación, sin tratar de generar el más mínimo rechazo por parte del espectador, puede que El Hombre Tranquilo no sea una mala película, puede que tenga una historieta correcta sin más, pero si a esas dos cosas que tampoco es que destaquen le pones un trasfondo de aceptación del dominio del macho sobre la hembra y de, incluso, apología de la violencia como medio de solucionar los problemas (e incluso hacer amigos, jódete); me asusta que El Hombre Tranquilo sea, con lo que cuenta, con los mimbres que maneja, una película tan bien valorada...