Ví "La misión" por primera vez cuando tenía 10 un 11 años y nunca la pude olvidar. Hay dos escenas que me quedaron grabadas a fuego: la que encuentra a Jeremy Irons tocando el oboe en medio de la sobrecogedora selva y la de Robert De Niro llorando arrepentido por sus terribles pecados.
Estas secuencias, coronadas por la impecable banda sonora de Ennio Morricone representan para mí lo mejor de la película, junto con el descomunal trabajo de fotografía.
Es cierto que el guión es lento, algo tedioso y carente quizás del empuje necesario para ser una gran historia. Pero es tan bueno todo lo demás, que bien vale la pena reverla.