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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
6
Romance. Drama Servais Mont es un fotógrafo freelance que trabaja para algunos gánsteres sacando fotos comprometedoras. Un día conoce a Nadine Chevalier, una actriz casada que se gana la vida actuando en cutres películas de bajo presupuesto. (FILMAFFINITY)
13 de febrero de 2012
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desquiciada hipertensión de frenopático y trankimazin. Una realización e interpretaciones pasadas de rosca reveladoras de que, bajo la capa de cordura con que nos embridamos, hay más de una hormona sometida a exaltadas alteraciones de ánimo.

Será criticable el hecho de que este caudal psicosomático incluya una desproporción de situaciones y personajes que se revuelcan en la posmodernidad paroxista y “serie B” de arte y ensayo: Klaus Kinski divagando, porno, moribundo citando a Rimbaud, Shakespeare-performance, etc. Artilugios de guión que −con razón− serán imputados por redundar en el exceso ya que apenas aportan una mano de pintura.

Todo ese clima coadyuva −en todo caso− al efecto penetración en un universo creativo que desarma la placidez espectadora de palomitas y “juzga-tramas”, obligándonos a una implicación no ficcional ni emocional, sino psiquiátrica y a tumba abierta (estado de ánimo de discusión de tráfico: espectador animalizado, irascible… Película como experiencia, no espectáculo).

Excediendo los contornos del drama emotivo, aquí el romance y todo lo demás es impulso e incomprensión bioquímica. Esa atmósfera improvisada, fluxus y, pese a todo, profundamente “mano-autoris” (porque el autor nos endilga su forma de entender la psique y el cine) abunda en la sensación de desatino romántico asustadizo (“necesito pensar que la vida no está en otro lado”, dicen) y hastío inexplicable que se muerde.

Prefiero su posterior «Possession» porque suelta amarras y tira lastre (esta «Lo importante es amar» es casi convencional comparada con aquella). No requiere aderezos travestidos para parecer ecléctica y subversiva, y alude al puro dislate y griterío como delatores del amasijo fisiológico y emocional −dualidad junta y muy rejunta− que somos.

La conexión de partitura y travelling hacia una Scheider con cara de cordero degollado relajan el pinzamiento muscular, momentos donde el romance se alza como contrapunto enorme y sinfónico y nos llena el pecho de algo tangible. Se quieren −pensamos−. Hago pie en la trama −celebramos−. Cómo se miran, qué grandeza musical en su mirada. Destaca ese efecto contraste con el resto de la puesta en escena (cámara al hombro y un trabajo desaliñado de montaje), como si la sublimación del romance llegara a través de una hipertrofia de los clichés clásicos de travelling de acercamiento y música emotiva.

Ello nos pone sobre la pista de un trabajo que rebusca elementos y contrastes en una película que tiene más aristas que las eficaces para la narrativa (recordemos la obsesión por los intangibles de Zulawski no usando Eastmancolor, por ejemplo, para obtener un tono más frío y menos pastel). Un cine que propone el visionado del cine como impulso y deconstrucción. Sin actividad racional de ficción, reflexión o entretenimiento. Hasta que lo importante sea amar el cine como acción y no razonamiento.
Bloomsday
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