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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
5
Drama. Ciencia ficción Justine (Kirsten Dunst) y su prometido Michael (Alexander Skarsgård) celebran su boda con una suntuosa fiesta en casa de su hermana (Charlotte Gainsbourg) y su cuñado (Kiefer Sutherland). Mientras tanto, el planeta Melancolía se dirige hacia la Tierra... (FILMAFFINITY)
11 de noviembre de 2011
119 de 150 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece ser que Von Trier escribió el guion estando deprimido. Vale. Quisiera saber yo cuándo estuvo contento.

Al lío.

La primera parte –Justine, sin cuarteto y sin Alejandría– me parece un timo. La tristeza del creativo danés lo inunda todo. Y cuando digo todo, digo la propia película: depresión mayor, bipolaridad, maridos que aguantan de todo salvo no mojar la noche de bodas, padres crápulas, madres con trauma… Ni uno se salva. Pero es el guion y no los personajes. Todos los personajes son uno, van al mismo sitio. A la conclusión del danés. Carecen de particularidad e independencia. Son herramientas.

El remedo celebratorio a lo Vinterberg queda fofo. No sé a qué viene que la madre hable y discursee. Esas cosas hay que enseñarlas, no contarlas. Pero Lars no está dispuesto a mostrar. Verborreico como siempre –pero más que nunca– explicita con pelos y señales la tristeza, el nihilismo, la podredumbre publicitaria y el rito matrimonial. De acuerdo, como tesis te lo compro. Pero no hay atisbo de su antiguo nervio expositivo. Es todo pragmático, rígido, estipulado.

Por el camino, Von Trier nos recuerda que Kirsten Dunst tumbada sobre el agua es un reflejo de Ofelia ahogada. Otro punto de obviedad, discurso, declamación y guía turístico que hace caso omiso del consejo de Don Pío Baroja de admirar aquello que no se comprende. La redundancia mata la belleza. Cansa tanta duplicidad de información. Me extraña la apelación danesa a la estética de alto copete (Tarkovski en pausas y Bergman en interiores de ventana) pasada por la sobreexplicación y el “para todos los públicos”. Hay tanta contradicción en ello como Wagner impulsando por el green un carrito eléctrico a “to meter”. Los recursos están para usarlos, no para acumularlos. Pero él no, él es un enfant terrible porque la Dunst mea en el césped.

Este realizador ha perdido su tremendismo emocional. El golpe es previsible. Yo no sé si por repetirse –en cuyo caso el problema es mío por no tomar distancia– o por desgaste. Yo no sé lo que será, el tiempo lo dirá.

El problema, creo, es que estas cosas no van así. La cámara al hombro, la fotografía de “poro y acné” (hasta las venas del escote de Kirsten, un poquito de por favor). Ese acercamiento físico del plano-dogma no encaja con un guion que no se zafa de su estructura convencional (personajes de función prefijada, siembra-cosecha que canta a la legua, explicación dirigida, melodrama instrumentalizado, etc). Y luego la postal televisivo-wagneriana de tal ansia digital y ralentizadora que más que estética es estática.

Da la sensación de que la boda la escribió Lars como un trámite. Había que presentar al personaje, su desazón, su hartazgo… Y lo hace. Pero interesa más lo que viene después.

Spolvoreo…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Bloomsday
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