Historia con reminiscencias de la mejor y más pura tradición del cine negro de los 40: violencia, atmósfera (espléndida recreación ambiental al son de la magnífica partitura musical de John Barry que complementa con acierto las imágenes y ayuda a crear ese aire pesadillesco), diálogos “chandlerianos”, un argumento brillante, toques extravagantes y sensacionales actuaciones.

Ahora bien, la película no se conforma solo con eso y expande los parámetros del género, dándole una vuelta de tuerca (cuya diferencia más importante es la presentación del sexo. Pocas películas han hecho un mejor trabajo a la hora de evocar el clima: calor, "fuego en el cuerpo".)

Porque lo que más sorprende es que a pesar de sus muchos elementos convencionales (como el de la mujer fatal), el erotismo está presente a lo largo de todo el metraje y adquiere un protagonismo absoluto como motor de la acción, además de que contribuye decisivamente a remarcar el carácter asfixiante de la trama.

Pero sin duda alguna lo mejor de todo es la extremadamente “sexy” Turner, su entrada en el filme ya nos anuncia que ella es el único centro. Como el deslumbrado Ned acaba comprendiendo, es casi un honor ser engañado por semejante “femme fatale”.