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España España · Premià de Mar
Voto de Martí:
9
Drama. Romance. Western Letty (Lillian Gish), una inocente joven de Virginia, se traslada desde el Este a las praderas de Texas, donde parece que el viento nunca deja de soplar y la arena llega a todas partes. Allí vive con unos parientes, pero, como no se siente querida, se verá abocada a un matrimonio que no desea. (FILMAFFINITY)
13 de diciembre de 2012
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Primer artículo del Ciclo de Cine Mudo)

No es exagerado catalogar El viento como una de las películas claves de la era del cine mudo, especialmente hoy en día cuando se pone de manifiesto que esta posee un valor añadido: el de proponerse mostrar lo invisible en un momento en que los recursos visuales eran todo lo que el cine tenia para hacerse entender (es cierto que la película posee una fantástica banda sonora cuya presencia contribuye a dar forma al viento, pero por el momento nos centraremos únicamente en la narrativa visual). De la propuesta resultan, al menos, dos interesantes aspectos a los que merece la pena prestar atención: el primero es que, por asumir el reto de mostrar aquello que no se ve, este film representa la culminación de los recursos narrativos visuales que nos trajo el cine mudo. El segundo es el acertado uso de la metáfora y la bien aprovechada oportunidad que ofrece el viento para mostrar un personaje simbólico con el amplio abanico de imágenes sugerentes que este propone.

Centrándonos en el primer punto, la presentación de personajes es impecable. En uno de los mejores planteamientos de protagonista y antagonista que nos haya dado la historia del cine, Lillian Gish (cuya interpretación es igualmente exquisita) es víctima de la fuerza del viento (que en el mejor de los casos propina ráfagas de arena a su ventana en una de las más bellas imágenes del film) cuando se encuentra en el tren de camino a Texas. Con ello queda entendido el objetivo del personaje principal en contrapunto al del antagonista: una mujer se propone encontrar algo de paz mediante el aislamiento social cuando choca con la inesperada compañía de las violentas sacudidas del viento del norte. Entienda cada uno a su manera la metáfora, las imágenes describen a la perfección el conflicto de nuestro personaje. Y no termina aquí la función: el bien escogido actor que interpreta a su acompañante de (aparentemente su salvador) y las acertadas imágenes en las que descubrimos a los dos personajes que llevaran a la mujer hasta la casa de su primo (atención a las competiciones de tiro como método para tomar todo tipo de decisiones) son otro ejemplo de brillante caracterización.

Por lo que respeta al segundo aspecto, el viento puede ser entendido como una personificación del mundo en el que vivimos, del mismo modo que la evolución de la protagonista puede verse como el proceso de adaptación por fases del ser humano en el mismo. Nos encontramos ante lo desconocido y sentimos miedo (Lillian Gish cierra temerosa la ventana del tren), nos resignamos a la realidad al sufrir nuestras primeras decepciones ante la ante la misma (Lillian Gish se casa por obligación al conocer el verdadero carácter del hombre que fingía ser su salvador), luchamos para hacernos respetar (Lillian Gish planta cara a la sociedad, primero a su marido y a su supuesto salvador después) y una vez lo logramos aprendemos a convivir con nuestra vida e incluso a apreciarla como algo bello (Lillian Gish abre la puerta de su casa y permite que el viento le acaricie el cuerpo en la imagen más elegante de toda la película). Una historia de auto-encuentro hermosa tanto por su belleza visual como por su contenido.

Lo más sorprendente de El viento es que los recursos usados por Victor Sjöstrom para dirigirse a un público acostumbrado al lenguaje mudo resultan hoy igual de eficaces e impresionantes que en su momento. Aquí es donde encontramos el valor de lo original y la huella de los recursos inmortales que deslumbran incluso cuando su lenguaje ha caído en el olvido. La explicación de todo ello tal vez sea, como se apuntaba anteriormente, haber abordado con éxito la difícil misión de mostrar lo invisible únicamente mediante imágenes. Probablemente, lo más cercano que nunca estará el cine de filmar las emociones.
Martí
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