Raúl Arévalo se lanza a la realización y, cosa que no nos sorprende, lo hace con un "neo-noir" donde arrastra a un Antonio de la Torre (siempre genial) hacia la venganza y la muerte.
A pesar de que la realización peque en ocasiones de torpe (esa cámara al hombro que deja ver imágenes innecesarias y agitadas), la crudeza de sus diálogos y las notables intrepretaciones suben el tono de la película, convirtiendo el debut de este director en una muestra necesaria de alguien que puede ofrecernos, de ahora en adelante, cine de calidad, en la línea de un Enrique Urbizu o un Alberto Rodríguez. A seguir la pista.