En una trayectoria plagada de interpretaciones memorables, esta se encuentra entre las más brillantes de la gran Bette Davis, dando vida a un personaje de fuerte hondura psicológica.

Su enorme talento engrandece este exitoso melodrama basado en una novela de Olive Higgins Prouty en el que se acometen temas como el enfrentamiento materno-filial, la anulación de la personalidad, la independencia, el triunfo social, la valentía, la frustración, la necesidad de cambio, el sentimiento de culpa o la liberación de los sometimientos.

Irving Rapper, quien reemplazó en la dirección de esta película a Michael Curtiz y a Edmund Goulding, realiza una magnífica labor, con elegantes movimientos de cámara en las escenas rodadas en la mansión familiar, siempre con un sentido narrativo y demostrando un inteligente gusto por el detalle.

A pesar de un exceso de glucosa en los momentos más melodramáticos, especialmente desde la aparición de la niña, la película es muy notable, con una refinada puesta en escena, una fenomenal fotografía de Sol Polito, una destacada banda sonora de Max Steiner y un desempeño interpretativo de gran nivel, con una grandiosa Bette Davis al frente bien secundada por actores de la talla de Claude Rains, Gladys Cooper o un sensacional Paul Henreid encendiendo dos cigarrillos a la vez en una mítica y famosa escena.