Después de esa cuarta parte metida con calzador protagonizada por Jeremy Renner, Matt Damon volvía a encarnar al mítico agente y nuevamente bajo la dirección de Paul Greengrass, quien ya dirigió la segunda y tercera parte de la saga. Siendo plenamente sincero, no puedo decir que esta sea la mejor entrega de todas, pues opino que ese honor lo tiene El mito o El ultimátum de Bourne. Y se nota que la mano de Greengrass está al mando en esta ocasión, ya que podemos apreciar elementos muy propios de su forma de dirigir. Hablo de esos movimientos alucinantes de cámara que solo él sabe hacer, de las persecuciones por carretera, las cuales son increíbles y realistas, y de ese suspense que te mantiene hasta el final con los 5 sentidos bien puestos en la historia. La cinta pese a tener un comienzo discreto, va mejorando progresivamente hasta su última escena. Lo logra subiendo el ritmo con una trama que se va volviendo más y más oscura. Los últimos 30 minutos de visionado son de un disfrute máximo. La tensión se apodera de dicho tramo del metraje con unos niveles de adrenalina bien elevados. La persecución en Las Vegas es intensa, vibrante y muy emocionante. Y qué decir de ese duelo entre Bourne y el otro agente, una pelea de altos vuelos. Matt Damon nació para este papel, nació definitivamente para ser Jason Bourne, en esta ocasión lo demuestra una vez más. También vemos el regreso de Julia Stiles, a la venida a más Alicia Vikander, al siempre convincente Tommy Lee Jones y al polifacético Vincent Cassel. Un reparto sin duda muy llamativo y solvente. No sé si esta será la última peli de la saga, ojalá que no. Han pasado 4 años desde que se hizo y aún se espera la sexta. Lo que sí me pareció innecesario fue meter la de El legado de Bourne porque no tenía nada que ver con el personaje de Jason Bourne, pero como había que sacar dinero se tuvo que tirar de la saga Bourne para hacerlo, en fin, cosas del cine.