Simón no sermonea, pero tiene un punto de vista muy claro sobre la situación de la "pagesia" y de un mundo agónico que corre el riesgo de desaparecer. La caída del precio de la fruta está conduciendo a muchos agricultores a malvender sus tierras o a sustituir sus cultivos por placas solares. Y de cómo esas presiones del capitalismo y del libre mercado más feroz afectan al tejido más íntimo de las familias, de cómo las conduce a enfrentamientos fratricidas o a caer directamente en la frustración más absoluta. Esa habilidad de no sermonear se traduce también en el trabajo tras las cámaras, con un uso muy habilidoso del fuera de campo, por el mostrar sin enseñar. Simón y Vilaró capturan algunos momentos cruciales en la vida de esta familia, pero se deja otros, que solo podemos intuir. Porque también es un gran relato coral donde todos los miembros de la familia tienen su espacio, desde el más pequeño hasta el más mayor. Y es emotiva sin recurrir a recursos facilones, dejando respirar a sus personajes. Visca el cinema català!