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España España · Málaga
Voto de Nuño:
9
Drama. Comedia Judah y Clifford son dos hombres enfrentados a sendos dilemas morales de diferente gravedad. Cuando Judah, un reputado oftalmólogo, pretende poner fin a su relación extraconyugal, su amante lo amenaza con arruinar su vida contándoselo todo a su esposa; según su hermano Jack la única solución es asesinarla. Por su parte, Clifford es un director de documentales que se ve obligado a rodar una película sobre su cuñado, al que desprecia. (FILMAFFINITY) [+]
12 de octubre de 2014
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al modo ligero, ameno y en apariencia despreocupado con que Allen suele manejar los dramas, creo que aquí apunta a una densidad filosófica y moral similar al de las mejores obras de Béla Tarr, Bergman o Bresson.

1. Ley moral

Si en el Universo existe una ley moral bajo la cual ha de actuar el ser humano, ésta es implícita: no se nos hace visible de una forma evidente y diáfana. Si es inherente al Universo es, por tanto, superior al hombre, 'divina'; y éste ha de obedecerla. Mas, si no sabemos con claridad cuál es, ¿cómo obedecerla? O, si supiéramos cuál es, ¿acaso el hombre, en su libre albedrío, no sigue siendo igualmente capaz de desobedecerla y anularla; no es, entonces, una ley 'opcional'? Si es una ley 'opcional', es que el hombre, con su voluntad de decidir, está por encima de ella, ¿es entonces ésta ley moral una creación del propio hombre? Si es una creación del propio hombre, ¿cómo podemos estar seguro de que no está contaminada, sesgada o no es, como el propio hombre, imperfecta?

Un posible parámetro para plantear esta moral, y ejecutarla, es el de evitar el mal ajeno. Al modo en que Fernando Vallejo dice "no tenemos la obligación de hacer el bien, tenemos la obligación de no hacer el mal", podemos optar por, ante todo, no causar daño a nadie; pues, exista una moral universal o no, el dolor existe, es real, causa un perjuicio y un daño y, por ello, se ha de evitar. Bien: los hombres jamás dejarán de hacerse daños unos a otros; ya sea deliberadamente o, en el más desasosegante de los casos, inconscientemente... pues, ¿qué nos dice que haciendo el bien no estamos desatando, sin saberlo, algún mal?, ¿no actuar en favor del bien, no es una forma ya de hacer el mal?, ¿permitir el mal -aun sin causarlo-, no nos hace cómplices de él?

Allen parece decir que el ser humano tiende a dos posicionamientos ante esta inabarcable disyuntiva...

... aceptar a Dios, obrar virtuosamente -o no- y delegar en él el discernimiento. Si Dios existe, él nos ajusticiará por nuestros pecados y nos premiará por lo bueno que hagamos en su nombre. Y su dictamen será definitivo y justo; obremos, pues, de la forma más recta que se pueda. [Una peligrosa ambigüedad: ¿no sería la bondad que ejerzamos en la vida, en tal caso, una forma de salvaguardar nuestra alma?; es decir, ¿no sería la ausencia de maldad un intento egoísta por "agradar a nuestro Dios"?, ¿no sería el propio pensamiento malvado, por automático e ínfimo que resulte, una forma prácticamente inevitable de hacer el mal (aun sin ejecutarlo)?]

... entender que la justicia es un concepto humano, un deber humano y una responsabilidad humana. Hacer el bien y el mal depende, por entero, de nosotros, aun en nuestra imperfección y limitación. Castigarnos, por ende, también recae en nuestra mano.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Nuño
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