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8.703
Comedia
Comienzos del siglo XX. Tres parejas se reúnen para pasar un fin de semana en el campo: un inventor que ha creado una `bola para atrapar espíritus` y su mujer, que tiene problemas sexuales; un racionalista y pomposo profesor de filosofía y su prometida, mucho más joven que él, y un médico, mujeriego compulsivo, y su última conquista. El ambiente idílico propicia la confusión emocional de los personajes. (FILMAFFINITY)
8 de diciembre de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Revisando 'La comedia sexual de una noche de verano' rescaté aquel celebérrimo verso que el Don Juan de José Zorrilla utiliza para conquistar a la novicia Doña Inés: "¿no es verdad, ángel de amor, que en esta apartada orilla, más clara la luna brilla y se respira mejor?". El poema proseguía; loaba las campesinas flores, el trino del ruiseñor, los floridos olivares, y aseguraba que todos ellos estaban "respirando amor".
Allen consigue que su narración, romántica y risueña, quede entretejida magistralmente con los revitalizantes aromas de la naturaleza estival. Su urbana Manhattan era un sobrio blanco y negro, pero su bucólica campiña (que rara vez ha vuelto a pisar) es una tonificante reunión de colores, una fiesta de tonalidades. Hay una quimérica comunión entre las florecientes pasiones de los personajes y la promesa veraniega, que toma forma en las radiantes melodías de Mendelssohn, en los festines bajo el etéreo brillo del anochecer y en los mágicos duendes que cobijan las suaves noches de verano y nos impelen al fortuito romance, a la adventicia aventura.
Gracias.
Allen consigue que su narración, romántica y risueña, quede entretejida magistralmente con los revitalizantes aromas de la naturaleza estival. Su urbana Manhattan era un sobrio blanco y negro, pero su bucólica campiña (que rara vez ha vuelto a pisar) es una tonificante reunión de colores, una fiesta de tonalidades. Hay una quimérica comunión entre las florecientes pasiones de los personajes y la promesa veraniega, que toma forma en las radiantes melodías de Mendelssohn, en los festines bajo el etéreo brillo del anochecer y en los mágicos duendes que cobijan las suaves noches de verano y nos impelen al fortuito romance, a la adventicia aventura.
Gracias.