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España España · Estagira
Voto de Runben:
6
Bélico Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Rodada íntegramente en japonés, la película ofrece la versión nipona de la batalla de Iwo Jima, el episodio más cruento de la guerra del Pacífico, en el que murieron más de 20.000 japoneses y 7.000 estadounidenses. El objetivo de la batalla para los japoneses era conservar un islote insignificante, pero de gran valor estratégico, pues desde allí defendían la integridad de su territorio. El mismo año, ... [+]
5 de julio de 2007
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un rostro humano: la mitad izquierda, de tez blanca, pupila azul y pelo rubio, llora manchada de sangre y tierra; la mitad derecha, de tez dorada, ojo rasgado y pelo negro, yace sin vida. Así es la interesante propuesta antibelicista del veterano Clint Eastwood (Los puentes de Madison); una idea que, sea original o no, ha sido escasamente llevada a la gran pantalla: No a la guerra. ¿No estamos ya cansados de ser incitados a la lucha, a la toma de armas y a la ira? Pero por muy buenas que sean las premisas de las que parte este film hermano de Banderas de nuestros padres, también nos cansan las películas lentas si no encontramos una razón suficiente para que sean tales, no siendo una de ellas tratar de inmergirse en el estilo nipón. Porque ese es el error que este grande del cine presenta: tratar de perfilar dos cosmovisiones, como son la americana y la japonesa, no es empresa fácil en absoluto; y puede ser que ambas se den juntas, pero nunca revueltas. Así es que encontramos a lo largo de los 141 minutos de Cartas desde Iwo Jima una esquela de patriotismo americano, mezclado con el japonés, al que contribuye una hermosa y parsimoniosa banda sonora (Kyle Eastwood y Michael Stevens), que está a todas luces fuera de lugar por no introducirnos en territorio asiático. Y detalles como la frase que pasa de la carta del soldado americano, al discurso final del coronel Nishi (Tsuyoshi Ihara), no hacen sino empobrecer al bando oriental mostrándoles faltos de principios, más que servir de elemento de unión entre ambos. A esto se añade una fotografía que trata de ser realista en grado sumo, siendo así que el espectador, de tanto forzar la vista en la oscuridad, al igual que los propios soldados acaba con dolor de cabeza. Y sin ser suficiente la penumbra, exiguos son los datos que se nos dan acerca de la preparación previa al combate, de la construcción de la intrincada red de túneles con que minaron Suribachi y demás, de la cantidad de soldados de que se componía el ejército imperial japonés, de los movimientos de uno y otro frente una vez comenzada la batalla, etc. La línea temporal no ayuda a suplir esta falta de claridad, sobre todo cuando observamos flashbacks poco fluidos o cambios de escenarios diurnos a nocturnos mientras los soldados corren despavoridos de una colina a otra.
Pero la batalla termina, y a pesar de que los nipones han sido masacrados, el entrañable personaje encarnado por Kazunari Ninomiya, Saigo, derrotada y melancólicamente, nos mira y llora: el bien y el mal, no entienden de banderas.
Runben
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