Bueno: pues la mongolada ésta va de que unas hermanas, que no se parecen en nada, tienen poderes brujeriles, una casa como el almacén del Ikea, un libro en el que salen todos los demonios habidos y por haber (y no es exageración), y una estupidez supina que haría vomitar a un cerdo. También danza por allí un tipo inexpresivo que dice ser una luz blanca (por no llamarlo ángel, que la serie es multicredos), y cuyo enredo con una de las hermanas histéricas dió para llenar capítulos y más capitulos. A otra de ellas, que se supone le va la acción pese a que sus peleas sean de infarto por verguenza ajena, le da por liarse con un demonio que a veces es bueno y a veces malo (dependiendo del tamaño de la resaca de los guionistas), y a la tercera, con un ojo aquí y otro en Portugalete, lo de los tios se le da fatal aunque con lo insoportable que es mientras dura, se hace del todo comprensible.
Asi pues, gracias a unos efectos especiales al nivel de "el ataque de los tomates asesinos", unas interpretaciones horripilantes (nunca ví nada peor que la McGowan en acción), y unos guiones escritos en la taberna, entre chupito de orujo y doble de whisky DyC, se nos ofrece un subproducto de brujería casposa, reiterativo y medio mongoloide, en el que cualquier lógica, coherencia, o mínimo de calidad tanto técnica como artística, se omiten entre decorados de preescolar, diálogos vergonzosos, y un argumento que desafía a cualquier ley del buen gusto y la decencia.
Tan recomendable como hacer el camino de Santiago con zapatos de tacón de aguja, o como untar de Loctite las lentillas antes de ponérselas.