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Voto de billywilder73:
10
Drama. Comedia A Woody Grant, un anciano con síntomas de demencia, le comunican por correo que ha ganado un premio. Cree que se ha hecho rico y obliga a su receloso hijo David a emprender un viaje para ir a cobrarlo. Poco a poco, la relación entre ambos, rota durante años por el alcoholismo de Woody, tomará un cariz distinto para sorpresa de la madre y del triunfador hermano de David. (FILMAFFINITY)
1 de agosto de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué pasa cuando ya nada tiene sentido?
¿En qué momento deja la vida de tener sentido?
O quizás lo más sincero, ¿cuándo ha tenido la vida algún sentido?

El hombre quebradizo, caricatura de uno mismo, palo astillado, sobaco sudado, sombra oscura de cualquier farola, ese absurdo del que hablaba Camus - “Cualquier hombre, a la vuelta de cualquier esquina, puede experimentar la sensación del absurdo, porque todo es absurdo.” – es el actor secundario de esta obra principal.
Pues eso, la terrible condición humana, desnuda, mediocre, palurda y sinsentido. Eso es Nebraska.

Más allá de su condición de road movie, que sí, que también, Alexander Payne ha reescrito el Quijote de una América Profunda que se muere de desidia y de soledad. Como todas las tierras, como todos los monos que la habitan.

Payne va a lo suyo y nos regala otra película inconmensurable, como Los descendientes. Pero en Nebraska la negritud se cuenta en blanco y negro, quizás porque la aridez, las carreteras infinitas, el prado que se agita lento y la amargura, por no tener, no tienen ya ni color. Magnífica forma de entrar en materia y de contagiar un estado de ánimo o mejor aún, de desánimo.
Ésa es la poesía que retrata Nebraska: la muerte irrefutable y la necesidad de sentirse vivo; aunque sea a través de un engaño más falso que un billete de tres euros. Porque a algo hay que agarrarse para darle sentido a una existencia que no lo tiene.
Quizás por eso rueda Woody Allen una película cada año – y si puede rueda dos -, el propósito es no parar, tener una motivación por ridícula que sea para continuar y no arrojar la toalla. Lo mismo que Clint Eastwood, lo mismo que todos. Y da igual que ya no sean obras maestras como Delitos y faltas o Los puentes de Madison… pero no hay que dejar de pedalear, porque a la que sueltas pedales, dejas de existir y te conviertes en polvo.
Y por eso Woody Grant, el anciano protagonista de Nebraska, se aferra a su billete de lotería falso – valdría hasta el del monopoly –, porque si no le encuentra una mínima ilusión a su miserable existencia repleta de pobreza, de aspereza y de borracheras, Woody Grant como cualquier hijo de vecino, se muere. Que se lo digan al Nick Nolte de Aflicción o al Sean Penn de El asesinato de Richard Nixon.

¿Cómo contar la amargura? Sólo hay que mirarse al espejo.
Cuando llegan a casa de los tíos y primos que no se ven hace tiempo, se ponen a ver la tele sin cruzar palabra alguna. No hay nada que contarse más que el coche que tienes y la velocidad que alcanza. Y el espectador sonríe y empatiza: “yo sé de esas miserias”. No se puede ser más sutil y más cruel.
Ahí, en los detalles de cada personaje es donde mejor se cuenta la angustia, con sarcasmos, locuras, silencios e insultos. Personajes rastreros, pendejos, traidores, humanos y zombies retratados todos como almas en pena; pedazos de vida, como ballenas que salen a respirar un segundo para volver a sumergirse en la espesura del mar.

Nebraska trata también de la familia pero no porque le interese a Payne sino por practicidad narrativa, por pura necesidad de contar. Y hablemos sin mariconadas, no la familia en general ni siquiera la familia en particular sino la familia como compañera de viaje, como en Pequeña Miss Sunshine - otra maravilla del cine -, la familia verdadera, la que te putea y luego te besa, la que te soporta y se caga en tus muertos. Mención especial para la mujer de Woody Grant, repelente, sucia, perra e insoportable, capaz de mostrarle el chichi a un muerto para después morir de dolor por su marido a través de la sutileza de un beso en la mejilla.

Viaje del héroe beodo, épica de tres al cuarto, pero viaje, héroe y épica al fin y al cabo. Y la más sincera de las verdades, la que ve al hombre como lo que es: la nada de Laforet, la náusea de Sartre o la extranjería de Camus.
Ponte en la cola, pronto llegará tu turno. Que pase el siguiente.
billywilder73
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