Slasher de manual que nos justifica porqué Jamie Lee Curtis era considerada la reina de los gritos. A la pobre Jamie siempre la perseguían tipos con máscara y cuchillos de grandes dimensiones, psicópatas, enfermos mentales o espectros cabreados. También era peligroso ir a su instituto o universidad, como ocurría en "Prom Night" o en esta "El tren del terror". El caso es que en sus primeros cuatro filmes, no dejaba de gritar angustiosamente. ¡Que potencia de voz! ¿Se quedaría ronca tras cada rodaje?

Así que tenemos asegurados unos gritos armoniosos ¿Y que tal la carnicería? Pues bueno, se deja ver. Tendremos alguna decapitación, miembros amputados, bastante gente atravesada por sables. El asesino, que se sabe desde antes de los créditos quién es, aprovecha una fiesta de disfraces en un tren, para ir saldando cuentas, con distintos disfraces y máscaras. ¿Y sus víctimas? Pues cumplen todos los tópicos de los slashers; tenemos al afroamericano, al graciosillo, al amigo cretino, al novio de la protagonista, a la amiga promiscua y a la propia protagonista. El orden de fallecimiento es fácil de establecer, al menos con las primeras víctimas. de hecho, hay alguno de los personajes que si no lo mataba el asesino lo hubiese matado el resto del pasaje.

El hecho de pasar de noche y en un lugar cerrado hace que haya secuencias mal iluminadas y confusas. Spottiswoode, en su primer filme, es un director solvente y de larga trayectoria. Aquí cumple sobradamente en mantener la tensión. Como curiosidad aparece el mago David Copperfield, en una de las pocas películas en las que participó con un papel secundario, y no como cameo. No lo hace demasiado mal, pero no era lo suyo.

En fin, un típico slasher ochentero, de esos para ver de noche con una mantita. El resultado es satisfactorio.