El primer largometraje del después aclamado Guillermo del Toro fue una de las películas de terror más interesantes de los 90 y también uno de los filmes sobre vampiros más peculiares que se hayan rodado nunca. La idea de un mecanismo que otorga la eterna juventud a cambio de sangre y obliga a uno a beber sangre de otros es tal vez la explicación menos ortodoxa del vampirismo que he visto en celuloide en mi vida, y da pie a una historia que combina terror clásico, drama, intriga, y una reflexión más que interesante sobre el miedo a la vejez y a la muerte.

Las interpretaciones son muy buenas, con mención especial a un Federico Luppi que borda al protagonista, y el apartado técnico no desmerece en absoluto: Del Toro ya apuntaba maneras de su habilidad para darle un acabado visualmente impecable a sus películas.

Es cierto que peca de lenta en algunos momentos, que el desarrollo de la trama tiene algunos altibajos, y que los diálogos resultan un poco artificiosos a veces, pero en conjunto es más que interesante.

Recomendable para cualquier aficionado al terror que esté cansado de fórmulas repetidas y productos hechos en serie.