Tras tocar el firmamento hollywoodiense gracias a esa maravilla que es “Todo Sobre mi Madre”, y sin sospechar que sólo un par de años después lo volvería a hacer con ésta película, Pedro Almodóvar, objetivo de todas las miradas envenenadas que esperaban impacientes un traspiés en su carrera para poder devolverlo a la tierra manchega de la nunca debería de haber salido, decidió echar mano de un guión parcialmente inspirado en un increíble (por repugnante) episodio rescatado del periodismo sensacionalista y realizó, cuando muchos creían que ya había alcanzado su cénit creativo, una de las películas más estremecedoras, apasionantes y hermosas, no sólo de su filmografía, sino del cine europeo de la última década. Lejos de acomodarse en el melodrama femenino y colorista que tan buenos resultados le había dado, e intentando innovar aún más en los límites de su propio discurso artístico, estético y emocional, Almodóvar tomó la valiente decisión de lanzarse al ruedo de la narrativa post-moderna que desarrollaría hasta sus últimas consecuencias en películas como “La Mala Educación” y “Los Abrazos Rotos” para estructurar una historia complicada, amarga, muy arriesgada y profundamente triste. Recuperando una vez más los recurrentes temas de la soledad y la incomunicación entre las personas, y otorgándoles la categoría de ejes centrales sobre los que pivota toda la belleza e intensidad de su más que probable obra maestra, Almodóvar intenta retratar en apenas hora y media los destinos entrecruzados de cuatro personajes aislados por el desamor, el silencio, la muerte en vida y la enfermedad mental. Melodrama trágico y profundamente intimista que intenta advertir del valor universal de la palabra, la comunicación, el amor y la solidaridad, “Hable con Ella” puede ser considerada por derecho propio como una de las obras más maduras, profundas y reflexivas de toda su filmografía, especialmente valiente por atreverse a tocar temas tan luminosos sin ocultar la parte más oscura y deleznable del personaje que articula su discurso principal. Roza la sublimidad.

Lo mejor: casi todo. Mención especial para la partitura de Alberto Iglesias, absolutamente maravillosa.

Lo peor: que las predicciones se cumplieron y le llovieron palos por todas las esquinas.