Es una gran película porque nos muestra la complejidad de las emociones, y la decepción que puede producirnos hasta el personaje más admirado. Lógicamente se pinta la situación familiar de un modo amable, pero aunque Hector quisiera volver con su familia, es un hecho que en un momento dado les abandona y no pretenden encubrirlo en la historia.
Nada más ver la cara de la bisabuela Coco, a mí ya se me humedecían los ojos, quizá porque han captado bien en el personaje toda la esencia de la ancianidad, de la vejez de una persona buena y cálida, que espera en una silla contemplando la vida de su familia como algo que ya ha dejado atrás, algo en lo que ya no es partícipe. La esperanza que a veces guardan nuestros mayores cuando ya son realmente muy ancianos, es tan bella y tan cercana a las ilusiones de la infancia, que si no nos conmueve es que estamos muertos por dentro.
Lo que no me ha terminado de gustar de Coco son los clichés, no acabo de comprender porque si los personajes son sudamericanos siempre tienen que ser pobres, ¿de verdad generaciones de zapateros para que el niño se siga viendo en la necesidad de limpiar los zapatos por las calles?

Por lo demás, no pongo pega.