Es una película sencilla, de cocción lenta, sin giros ni sorpresas, te conviertes en un espectador ante la situación de una familia que toda su vida es cultivar la tierra hasta que un día les obligan a dejar de hacerlo.
Toda la película tiene muchísimo encanto por su realismo, no hay planos perfectos bien buscados, mi sensación es como si coges una cámara y te vas un verano a una casa con una familia y grabas lo que pillas, toda tiene una realidad absoluta.
A mi me ha gustado mucho, porque me llega todo ese ambiente, me ha trasladado a mi niñez con mis abuelos en las tierras correteando y jugando con mis primos sucios de barro y felices.
Carla Simón tiene ese aire tan auténtico que es capaz de emocionarte con la sencillez de la vida, ya lo hizo con Verano del 93 y ahora lo ha vuelto hacer con Alcarràs