Entre copas me dejó con cierto regusto de grandes vinos, grandes vistas, extensos viñedos, mucho pero que mucho vino y a borrachera chunga. Payne nos quiso mostrar como dos hipster entendidos de vinos, en una despedida de soltero, se recorren California catando vinos. Mediante un road movie con una historia muy interesante. En Nebraska lo utiliza de nuevo pero para retratar una historia muy conmovedora y muy real. La de un padre demasiado viejo y chocho, y la de un hijo que quiere unir lazos entre ambos.
Lo bueno de esta (valga la redundancia) road movie reside en la belleza de su fotografía y en el tratamiento de la imagen que nos transporta a la América más profunda. Paisajes que te hace recorrer parte de los USA sin moverte de la butaca. Grandes prados, carreteras interminables, poblados o condados o como quiera que se llamen, con sus tipicas calles y bares, mezclado con una alta tasa de ancianos.
Si en Mahattan de Woody Allen hace una retrospectiva de la ciudad Nueva york, en Nebraska muestra lo que es Estados Unidos en paños menores, sin mascaras. Tipos llanos sentados frente al televisor viendo lo que sea, tabernas (para mitómanos) repleta de puretas al estilo honkytonk, casas de maderas que recuerda a la películas de oeste y al viejo Woody Grant que va de paso con su hijo David por Hawthorne paran almorzar con su hermano, Ray. Los dos van a Lincoln, Nebraska, a reclamar el millón de dollares que al viejo Woody cree haberle tocado. Una película sencilla y realista, de valores, como la admiración que tiene su hijo David por darle el capricho al viejo, su decrépito viejo por ultima vez en la vida.