Galardonada con el Óscar a la mejor película del año por la Academia. No era para tanto.

El film cumple su cometido de retratar a la cuadrilla de Spotlight en el desentramado de la red de pederastia católica de Boston. Y lo hace con gran acierto y elegancia: un guion consistente, un despliegue de actores y actrices que se hacen fuertes y creíbles entre sí a cada diálogo, y una elección de planos y ritmos pulcros y descriptivos. Aun así, la película resulta fría –helada– por un guion demasiado generoso con los periodistas y nada atento con los 'niños' acosados, un elenco de actores y actrices distantes de los que apenas se sabe nada y una dirección de fotografía muy poco complaciente con el espectador.

Le habrían faltado a 'Spotlight' unas pinceladas de guion por aquí y otras de narrativa audiovisual por allá para tenerlo todo. Sin embargo, el largometraje de Thomas McCarthy deja clara su apuesta por la sobriedad, por el camino de la neutralidad al más puro estilo periodístico. Y eso le resta un plus inimaginable de emotividad, gancho, narrativa y complicidad. Todo queda en la concatenación de planos que, para gusto del espectador, se suceden con cada vez mayor velocidad hasta colmar en la publicación de la noticia sobre los clérigos pederastas a primera plana.

¿Lo mejor? La puesta en acción de los periodistas en busca de los testimonios de las víctimas. Te hace recordar el porqué de una película que peca de cansina.

¿Lo peor? La ausencia de puntos de interés generada por una trama mal enfocada –fílmica e histriónicamente–.

Una película correcta, aceptable, con planteamientos cuanto menos interesantes sobre la labor y la ejecución periodística, pero nada más. Para echarle un ojo si no hay nada mejor que hacer.