Narra la historia de Manuel, un joven que sufre de una gran lujuria por las mujeres, situación que le lleva a enamorar a la novia de su mejor amigo, un joven esquizofrénico quien al saberse traicionado decide suicidarse. A partir de este momento Manuel empieza a padecer las consecuencias, siendo el objetivo de una venganza bastante peculiar.

La película muestra con agudeza un inquietante trastorno de la juventud, sobre cómo los jóvenes pueden dañar emocionalmente su capacidad de ser reflexivos y de cómo sus relaciones se deterioran. Su audiencia lógica es la gente al rededor de los 30 años, quienes la entienden mejor al estar viviendo la misma confusión que los personajes.

Me gustó su tratamiento, la película es opresiva y abrumadora, y termina siendo confusa, lo cual no está mal. Diego Luna muestra un lado introspectivo y vulnerable. Se comprueba que Guillermo Arriaga era realmente la carne en los sándwiches de Innáruti. El escritor pretendía darle una cara fresca al filme, tras revocar los derechos de su libro a otra productora que lo estaba transformando en algo con lo que él no estaba de acuerdo; finalmente eligió al director Jorge Hernández, por un cortometraje venezolano. Sin embargo, para una película con la mano de Arriaga, creo que podría explorarse mucho mejor. Algunas malas actuaciones debilitan la película.

La copia que vi tenía subtítulos en inglés incrustados, lo que me hizo pensar si tal vez para el público norteamericano, o de habla inglesa, pasan desapercibidas las actuaciones perfectibles. Como suele ocurrir cuando vemos películas extranjeras, y la barrera del idioma nos impide advertir si los actores no son tan buenos. Los diálogos con lenguaje más profundo, poco habitual y ordinario, no ayudan a los interpretes deficientes.

Solía bromear acerca de que cualquier película con Gael García significaba que el actor aparecería desnudo. Bueno, supongo que eso podría extenderse a Diego Luna.