Creo no ser el único que tras haber visto siete películas de Harry Potter, ya ha acabado por tenerles cierta simpatía a estos personajes. Harry, Ron, Hermione y su troupé de magos, muggles y criaturas varias ya no pertenecen exclusivamente a la literatura, sino a la historia del cine. Basta con ver sus logros para aceptar su valor: ocho filmes (el último pendiente de estreno) que han mantenido una calidad media más que digna. Comparemos con sagas que superan la media docena de entregas, a ver cuántas pueden decir con la cabeza alta "sigo aquí". Lo más raro de todo esto es que la franquicia Harry Potter no da muestras de cansancio, si bien es cierto que su techo sigue siendo la bella y tenebrosa "El prisionero de Azkaban" (HP3) y que en su quinta entrega hubo un bajón de calidad inmenso. Por suerte "El misterio del príncipe", especialmente en su tercer acto, marcaba un punto y a parte. Se acababan los juegos de manos y se iba hacia la sinfonía completa.

El británico David Yates sigue llevando las riendas de la franquicia y en "Las reliquias de la muerte. Parte I." no sólo entrega un fantástico ejercicio de cine de género, sino además el film más maduro de la franquicia desde que llegase Cuarón a poner las cosas claras. Para conseguirlo ha tenido que despojar a los protagonistas de su castillo, Howarts y les obliga a sufrir un viaje emocional y físico, casi en forma de "road movie", en busca de las reliquias de la muerte que servirán para poder dar fin a ElQueNoDebeSerNombrado, Voldemort para los amigos. Quién iba a esperarse que en la séptima entrega fuéramos no sólo a vivir una gran aventura, en los términos más amplios del género, sino una evolución de personajes magistral que por fin ayuda a identificarse con sus protagonistas. Dilemas morales, que unos tacharán de ser epidérmicos y otros abrazaremos no tanto por su profundidad, sino por su verdad. Porque por un momento aceptamos a estos tres adolescentes como amigos atravesando un bache y viendo que lo que tienen encima es mucho más grande de lo que esperan, que les sobrepasa.

Gran parte de la culpa de ésto la tienen las fantásticas interpretaciones de prácticamente todo el reparto, siendo Grint (Ron) el que se come la pantalla a bocados. Los secundarios son todos ellos sensacionales, y de tan alto nivel que mencionarlos todos es prácticamente poner una lista de estrellas que pisan la alfombra roja cada año. "Las reliquias de la muerte. Parte I" tiene momentos de gran cine (la visión del ciervo, un bello homenaje a "La princesa Mononoke"), una secuencia animada sensacional, dirigida por el británico Ben Hibon, y también algún altibajo comprensible debido a su larga duración. Su final, inconcluso pero sólido, sólo hace esperar con ganas al próximo mes de julio. La magia vuelve a la saga. Esperemos que Yates siga dando muestras de genio y nos regale una conclusión adecuada.