Sobran las palabras cuando se hablan de algunas cosas, y quizá "Los Simpson" sea el mejor ejemplo de lo que podría considerarse hablar por hablar. ¿Quién no los ha visto alguna vez? ¿Quién no podría decir de memoria el nombre de casi todos los personajes de la serie? Lo que comenzó como un pequeño show de televisión en un espacio limitado, con un dibujo terrible cabe añadir, se ha convertido a día de hoy en un fenómeno mediático, algo que le ha reportado a Matt Groening unas ganancias millonarias. Dinero que, por otra parte, se tiene totalmente merecido, no sólo por darnos la familia más carismática de la historia de la pequeña pantalla, sino por acercarnos su particular visión de la ciencia-ficción con la sublime Futurama.

Como decía al principio, hablar de Los Simpson me infunde un tremendo respeto. Una sensación contradictoria, cuando tras 20 años de emisión in-interrumpida ya casi podría considerarlos como parte de mi familia. Quizá no siempre haya estado al mismo nivel, lo que podría convertir la serie en una de las más irregulares que han sido creadas, pero hay cosas que pueden perdonarse cuando la magia que transmite cada fotograma es algo evidente. No entiendo mucho las críticas que hacen una media de las temporadas para terminar dándole un cinco a la serie, y no lo concibo por que cada episodio de Los Simpson, sea de la T1 o de la T4, o el emitido la semana pasada en FOX, tiene una capacidad de atracción que muy pocas series son capaces de lograr.

¿Quién se negaría a ver a Homer hacer alguna de las suyas? Yo, desde luego, no. Una serie magistral, que pasará a la historia como la más brillante sátira sobre el "american way of life", una entrañable colección de personajes, más de cien en total entre protagonistas y secundarios. Y cada uno, desde Homer hasta Milhouse, pasando por el granjero Cletus, el genial Ralph o el conductor Otto, son ejemplos de carisma desbordante. Cada frase es magia pura. Y eso tanto ahora como en su momento, en los episodios nuevos y viejos. Sí, ha pegado un bajón, ¿pero qué serie no lo haría tras dos décadas en emisión? La película es otro cantar, eso sí.

Hay que valorar lo que aquí se presenta: una serie divertida, carismática, con un catálogo de personajes envidiable, situaciones míticas que todo el mundo recuerda, algunos de los mejores momentos que ha dado la historia de la televisión. Sus frases han pasado a la vida real, sus guionistas han abordado mil y un proyectos casi siempre sin poder sobreponerse a la sombra del gigante, algo que también le ha ocurrido a los numerosos clones -en formato- que han surgido a raíz de ésta. Los Simpson podrá ser muchas cosas: irregular, menos soez que Padre de Familia, etcétera. Pero es, ante todo, un tesoro que ha capturado a varias generaciones, una auténtica Obra Maestra que ha trascendido de la pequeña pantalla y se ha instalado en nuestras vidas. Si eso no merece un 10, el mundo debe haberse vuelto loco.