Magnífica comedia, en la que Cary Grant interpreta un papel muy distinto al suyo habitual, en donde los protagonistas son Jean Arthur y Ronald Colman, haciendo ambos un soberbio papel. El guión es perfecto. Las dudas que se van planteando durante el mismo se van resolviendo como si se tratara de una conversación con el guionista, como en las escena en el estadio de béisbol que uno se pregunta por qué se han sentado al lado del juez y este dice que el palco entero es suyo.

Lo único que no me gusta es el exceso de movimiento de cámara y que se presenten planos con el ángulo de detrás de la chimenea, ángulo imposible. La película tiene un carácter teatral, en muchos aspectos, con una maravillosa secuencia de gags, como el de los perros, los ronquidos o el huevo en el periódico.